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Ernesto Sábato le dijo a Isabel Allende que odiaba la literatura y a los literatos

Foto: El País

En 1971, la escritora y periodista Isabel Allende entrevistó a uno de los máximos representantes de la literatura hispanoamericana, Ernesto Sábato. El encuentro, pactado para la revista Paula, se realizó en la casa del escritor, quien no permitió que Allende usara lápiz o papel para anotar y le dijo que detestaba a la literatura y a los literatos.

 

ERNESTO SÁBATO
Un hombre atormentado
Por Isabel Allende

El famoso escritor argentino, autor de “Sobres Héroes y Tumbas” y de “El Túnel” es un hombre perdido en su laberinto interior, un ángel-demonio que no conoce la felicidad y que admira por sobre todas las cosas el coraje y la lealtad.

Aunque siempre está rodeado de mujeres que lo siguen boquiabiertas, niega ser un Don Juan, pero confiesa que ha habido tres o cuatro mujeres fundamentales en su vida. Dice que Alejandra, la inmortal heroína de su libro, es el personaje que mejor lo representa a él mismo.

Sábato odia escribir, se ríe del “boom de la literatura latinoamericana” y teme por sobre todo que sus ideas se vulgaricen y se mal interpreten.

Para cualquier periodista que viaja a Buenos Aires, es casi una obligación procurar hacerle una entrevista a alguno de los jerarcas de la literatura argentina, lo que no resulta fácil porque se defienden como pueden de los preguntones y los curiosos. Creo que, por una vez, me sirvió de algo mi apellido (Allende) y gracias a él conseguí que Sábato me recibiera en su casa, santuario raras veces pisado por los que no llevan una muy buena justificación.

Yo quiero mucho a Chile y algunas veces en mi vida he pensado irme para allá- fue lo primero que me dijo Ernesto Sábato mientras me invitaba a pasar.

No sé por qué imaginaba su casa totalmente diferente. Me encontré en un caserón hecho como de parches, completamente loco, una casa-laberinto, con escalas inútiles, piezas distribuidas en fantástica geografía y una rara vegetación de árboles viejos y plantas apolilladas. Un frío casi glacial y una chimenea encendida en un living tapizado de libros donde el teléfono sonaba cada cuatro minutos, como en cualquier oficina pública. Todo esto a una hora y media de Buenos Aires. Estaba solo y me imagno que un poco triste, porque la entrevista, que debía durar 30 minutos, se convirtió en una conversación de horas en la que se me olvidó el frío, el tiempo y hasta el motivo por el cual estaba allí: un reportaje.

NI YO MISMO SÉ QUIEN SOY

Ernesto Sábato me exigió las preguntas escritas y luego contestó (por escrito también) sólo algunas y en forma tan escueta que parecen aforismos. Cuando empezó a hablar, recostado en un diván raído del living de su casa, yo saqué papel y lápiz, pero me los arrebató de las manos.

-No quiero que publique nada más que lo que le he dado escrito -dijo-. Me ha costado muchos años llegar a ciertas conclusiones y he necesitado muchas páginas para expresar mis ideas. No quiero que por resumirlas en tres líneas se desvirtúen o vulgaricen. O escribo un ensayo que puede resultar tan gordo como una enciclopedia, o mejor me callo y no digo nada.

Sintiéndome frustrada como periodista, pero fascinada como mujer, abrí entonces las orejas y los ojos mientras él hablaba y hablaba, haciendo de cualquier pequeñez todo un monumento. (Entonces es cuando uno desea tener uno de esos aparatitos a lo James Bond que se disimulan en un prendedor y pueden grabar desde el vuelo de una mosca hasta el rugido de un cohete y con mayor razón las ideas de un hombre como Sábato).

Desde las primeras frases el escritor me dio la impresión de ser un hombre terriblemente atormentado que busca incansablemente una realidad que se le escapa en laberintos de sueños.

-Usted me pregunta quién soy… ¡Ojalá lo supiera!… Ignoro quién soy así como todavía ignoro cuál es mi Dios.

Sábato es de los menores de una familia de ocho hermanos hombres. Y se crió en un ambiente disciplinado, severo, masculino, al que le atribuye su aspereza ante la vida tanto como su admiración por los caracteres viriles, por la lealtad, la amistad entre hombres, el coraje.

En este momento se está presentando en Buenos Aires una obra teatral de Sábato “Romance a la Muerte de Juan Lavalle”, que es un canto a la lealtad de 170 hombres que siguen a su general hasta que él encuentra la muerte inevitable. Los soldados, entonces, unidos por el juramento de que el enemigo no tendrá nunca la cabeza del general, huyen hacia la frontera boliviana y durante días y noches, a pleno sol o al intenso frío, galopan con el cadáver en descomposición, hasta que, finalmente, deciden descarnarlo y llevarse con ellos solamente los huesos envueltos en un poncho celeste y el corazón en un jarro con aguardiente. Esa loca aventura, que 170 hombres realizan de puro valientes y leales, inspiró a Ernesto Sábato y sobre eso habló mucho. Explicó que para él nada es más conmovedor e impresionante que el coraje y la amistad de los hombres. Piensa que no hay más puro que el amor viril y cree que difícilmente eso puede conseguirse con una mujer, porque siempre en el amor entre un hombre y una mujer entran a jugar factores que ensucian las cosas, el tira y afloja de la posesión, la lucha por demostrar quién es más poderoso, el sexo, el amor propio y otras exigencias. Tampoco cree que las mujeres entre ellas sean capaces de sentimientos tan nobles, aunque admite que hay mujeres extraordinarias. Sin ser “machista” Sábato contesta sin vacilaciones que lo que más le atrae en una mujer es que sea femenina. Le causa espanto la mujer masculinizada y deplora que en la lucha por igualdad de derechos se pierda la noción fundamental de que hombres y mujeres son diferentes “¡y viva la diferencia!”

SOBRE HEROES Y TUMBAS

Hablando sobre su obra, Sábato dice que considera que el libro más logrado es “Sobre Héroes y Tumbas”.

-Es la obra en que intento dar una versión total de mi realidad. De toda mi realidad. Sobre héroes y tumbas, sobre esperanzas y desesperanzas, sobre la vida y la muerte, sobre el bien y el mal.

A pesar de que muchas partes del libro son bastantes oscuras y rebuscadas, se han editado 200.000 ejemplares. El autor piensa que su mensaje ha llegado a todo el mundo.

-Creo que el gran público puede entenderla, aunque en diferentes planos y profundidades.

Alejandra, la heroína del libro, que ya puede considerarse un personaje clásico de la literatura, es un engendro de la realidad y la fantasía. Sábato la copió de ninguna mujer en especial y de todas en general.

-Ibsen decía que todos los personajes habían salido de su corazón. Flaubert dijo “Madame de Bovary soy yo mismo”. Todos los personajes centrales de una novela son más caras de diversos fantasmas que viven en lo más profundo de nuestro ser. El adolescente, el viejo, el intelectual, el artista, el ángel, el demonio. Todo sale de allí. También Alejandra. Sobre todo Alejandra. Es uno de los personajes que quizás más me representa.

-¿Y Bruno y Fernando Vidal?

-También, claro. Pero Bruno es apenas el emanado de mis mejores sentimientos, que son los menos.

Sábato (que, sin embargo, no me pareció un hombre falsamente modesto), confiesa tener muchos más defectos que virtudes. Se reprocha especialmente tener un carácter difícil, que hace desgraciados a los seres que lo rodean y a quienes él quisiera darles felicidad. Pero es un hombre incapacitado para la felicidad, permanentemente torturado y tironeado por los diversos personajes que viven dentro de él mismo. Un hombre multifacético, que aunque tiene un solo matrimonio, confiesa haber tenido varias mujeres importantes en su vida y en su obra, que han satisfecho los diversos aspectos de su personalidad. A pesar de todo, la dedicatoria de su libro es muy decidora: “Dedico esta novela a la mujer que tenazmente me alentó en los momentos de descreimiento, que son los más. Sin ella, nunca habría tenido fuerzas para llevarla a cabo. Y aunque habría merecido algo mejor, aun así, con todas sus imperfecciones, a ella le pertenece”. Esa mujer es su esposa.

ODIA SER ESCRITOR

Ernesto Sábato no se considera encasillado dentro de una “escuela” determinada.

-No. Soy un francotirador. Tengo con la literatura la misma relación que puede tener un guerrillero con el ejército regular. No soy un escritor profesional. Detesto la literatura y los literatos.

Si no fuera escritor ¿qué le gustaría ser?

-No me gusta ser escritor. Me gustaría ser arqueólogo, lingüísta. O tener un pequeño taller mecánico en un barrio desconocido.

Hablando de política, de la realidad argentina y de la chilena, opina que no se puede estar al margen de los procesos de cambio que tienen que enfrentar los países subdesarrollados.

-Ningún hombre lúcido, digno y generoso puede apoyar la injusticia en ninguna de sus formas. Soy partidario de la transformación social. Pero quiero justicia social con libertad. No quiero que se reemplace la esclavitud economica por la esclavitud política. Todas las esclavitudes me repugnan.

-¿Cree en el hombre?

-Sí, a pesar de ser el animal más siniestro de la creación. Si no creyera en el hombre ¿cómo podría seguir viviendo?

Durante la conversación en el living-escritorio de Sábato muchas veces noté el desprecio del escritor por las vacas sagradas de la literatura latinoamericana, por lo que considera una moda en la que hay muchos vivos que se han inflado sin tener verdadero talento y en cambio hay otros, como Juan Rulfo, que son verdaderos genios, pero que tienen mucho menos renombre.

-No creo en el “boom” de la literatura latinoamericana. Las modas nada tienen que ver con la historia profunda de una literatura. Kafka no formó pate de ningún boom de literatura checa.

-¿Qué opina del lector?

-Para él escribo, responde lacónicamente.

-¿Logró expresar a través de su obra todo lo que quería?

-Cada obra es un borrador de algo que uno intenta decir. Las obras sucesivas se acercan o se deberían acercar, cada vez más, a ese misterioso enigma de uno mismo. La preocupación fundamental de mi obra soy yo mismo, es decir, el hombre. Decía Kierkegaard que en la medida en que ahondamos en nuestro propio corazón ahondamos en el corazón de los demás.

Pero, para ahondar en el corazón de Sábato tal vez el único camino sea tratar de desenredar su “Informe Sobre Ciegos” que termina con esta frase simbólica: “La astucia, el deseo de vivir, la desesperación, me han hecho imaginar mil fugas, mil formas de escapar a la fatalidad. Pero ¿cómo puede nadie escapar a su propia fatalidad?

La entrevista apareció en la revista Paula Nº 90. Junio de 1971, pág. 92-95

Tomado de: http://www.letras.s5.com/sabato130303.htm

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