El siguiente texto forma parte de la entrevista que realizó Raquel García a Eduardo Galeano (1940-2015) entre los años 1991 y 1994. En estas conversaciones, publicadas en la revista Fórnix (junio de 1999), el escritor uruguayo habla de política, la coyuntura de entonces y de su pasión por la literatura.
“Siempre se escribe a partir de un deseo de comunicarse, no creo que uno pueda escribir por otros motivos”, afirma el autor de Las venas abiertas de América Latina (1971), Vagamundo (cuentos, 1973), La canción de nosotros (novela, Premio Casa de las Américas 1975), entre otras obras.
La palabra andante del vagamundo
Extracto de la entrevista de Raquel García a Eduardo Galeano
¿Por qué se escribe?
Siempre se escribe a partir de un deseo de comunicarse; no creo que uno pueda escribir por otros motivos. Por más que me esfuerzo, no puedo creerles a los que dicen que escriben para sí mismos. Desde el momento en que alguien publica se dirige a los demás, y eso implica una responsabilidad. Aunque vos te hagás el avestruz y escondás la cabeza bajo la tierra, la realidad es esa. Una realidad que tu obra multiplica desde el momento en que se publica. Es decir, hay una cosa nueva en la realidad, que es un libro, o un artículo, o lo que sea, que está circulando e influyendo sobre la realidad, y eso no estaba antes de que se publicara. Quizás no pasa nada: Hay muchas cosas que se publican y no inciden sobre nadie. Pero yo siempre tengo la esperanza, y también una cierta seguridad, de que lo que uno escribe puede incidir sobre otros, aunque la escritura no sea el medio dominante en el mundo contemporáneo, que está ganado por los medios audiovisuales de comunicación. La literatura no puede competir con la televisión, eso está claro. Pero, aunque influya mucho menos, influye. Yo tengo numerosas pruebas de que no se escribe porque sí; no es una pasión inútil esta necesidad que uno siente de decirse, diciéndose a otros y dirigiéndose a otros con palabras que vienen de la realidad y vuelven a ella. Multiplicadas, transfiguradas…
Para esa finalidad de llegar a los demás y cambiar en algo su vida, y de contribuir a un cambio social, con la que se han identificado tantos escritores latinoamericanos, ¿es más eficiente escribir sobre la historia, sirve más para “ayudar a los otros a ver” el escribir sobre la historia, que escribir una novela con personajes declaradamente ficcionales, por ejemplo?
No necesariamente; yo no lo sé. Te diría además que no me propongo esas graves palabras: contribuir-al-cambio-social. Sino algo más chiquito: ayudar a multiplicar en los demás la capacidad de imaginación, de creación. Cuando escribo me propongo ayudar a encender fueguitos, los fueguitos de la memoria, y la capacidad de asombro e indignación. Para multiplicar en otros, a través de historias que yo siento que son multiplicantes, multiplicadoras, a través de palabras que quizás ayudan a desencadenar en los otros energías que están vivas pero dormidas, a veces muy escondidas, pero que están ahí; y pienso que a través del acto de lectura como comunicación, ellas pueden des-encadenarse, des-atarse. Y esto es, de algún modo, algo que conduce a un posible cambio colectivo, o que ayuda a hacerlo posible. A veces influye de un modo mucho más directo sobre la conciencia política, y a veces de un modo mucho más indirecto se influye o se participa en cambios que ocurren. Y en zonas que no necesariamente tienen contacto directo con lo que llamamos “política”, pero que actúan sobre el mundo, en tanto que actúan sobre la gente, y por lo tanto sobre las relaciones que la gente tiene con el poder, y que la gente tiene entre sí. Sobre todo en regiones del mundo que se ignoran tanto a sí mismas, es bueno intentar, pienso, rescatar algunas claves de identidad que tienen que ver con necesidades de la vida cotidiana de una persona cualquiera, en un momento cualquiera. De aquellas tierras, de aquellos países, pero también de otros lugares del mundo… Quiero decirte que a veces los modos de influencia sobre la realidad son muy indirectos y complejos, pero que se dan: la literatura opera sobre la realidad, no la deja intacta. Y si la deja intacta no sirve para nada. Por muy lindo que un libro sea, si no multiplica en quien lee alguna capacidad, que puede ser la capacidad de belleza, pues no sirve para nada. No vale la pena tomarse el trabajo de escribir.
¿El fin primario de la literatura es ayudar a que el lector descubra que no está solo?
A partir de un proceso en el que uno se reconoce en otros, puede ayudar a esos otros a reconocerse en los demás. Y esto puede ocurrir sin que haya de por medio una conciencia política clara, y sin que el autor tenga ninguna intención de tipo político. Pero tiene consecuencias políticas indudables, porque contribuye a fortalecer la conciencia social, a que la gente sea un poquito menos egoísta, y a vincular lo que está desvinculado por un sistema de desvínculos que funda su poder en el divorcio de sus humillados, de sus desencontrados.
Más allá del compromiso que muestran tus obras con la significación social de la historia, ¿no hay acaso también en vos, desde del punto de vista puramente estético, esa pretensión de que es necesario que ocurran las cosas narradas para que el texto esté vivo?
La misma pasión de libertad está viva en el lenguaje. O sea que el lenguaje que traduzca esa pasión de libertad tiene que ser un lenguaje libre para poder trasmitirla. Por eso yo desde hace mucho tiempo estoy intentando escribir cosas que no son clasificables, que no se encuadran fácilmente en los moldes previstos por los géneros literarios.
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