Mad Men es la historia de un grupo de publicistas de la avenida Madison, en Nueva York, en la década de 1960. El personaje principal es Donald Draper (Jon Hamm), un director creativo considerado un genio de su especialidad pero con un comportamiento que pocos entienden: tiene problemas con la bebida, casi no tiene amigos, no tiene claro qué desea en sus relaciones con las mujeres y es sumamente impredecible, sobre todo en momentos importantes tanto para su vida personal como para la agencia Sterling Cooper. Si en Mad Men hay un héroe y un villano, ambos están encarnados en Don Draper.
La serie destaca no solo por el guion, las buenas actuaciones y la ambientación de la época, sino también porque trata de forma cruda algunos problemas sociales que hasta hoy tratamos de desterrar: discriminación, racismo, homofobia, machismo y hasta el hábito de fumar. En varios capítulos los personajes sufren de cerca las consecuencias de estos males: baja autoestima, vergüenza, infelicidad y todo ello repercute en cómo desempeñan su trabajo y cómo afrontan la vida dentro de su círculo amical o familiar.
En Mad Men también se muestra, aunque tangencialmente, por qué la década de 1960 fue tan importante en la vida de los estadounidenses y para el planeta en general. En el transcurso del drama de los personajes se observa cómo las personas de la época vivieron y afrontaron el miedo ante una posible guerra nuclear contra Rusia; el suicidio de Marilyn Monroe; los asesinatos de personajes históricos como John F. Kennedy (la igual que en El Irlandés de Scorsese) y Martin Luther King; la postguerra de Korea y la Guerra de Vietnam, y las protestas juveniles que cambiaron el país; el movimiento hippie y el auge de The Beatles y Rolling Stones; los asesinatos de Charles Manson y la aparición de otros asesinos en serie (vean Mindhunter); y, por supuesto, la llegada del hombre a la Luna.
Además de Donald Draper, la serie de siete temporadas y 92 capítulos, también narra el ascenso de varios publicistas que de alguna manera se convierten en parte de la historia misma de la publicidad que en aquella década apenas estaba si no en pañales, gateando. Tenemos, por ejemplo, la historia de Peggy Olson (Elisabeth Moss), una secretaria que se hace un lugar como redactora creativa y para lo cual tiene que sacrificar una parte importante de su vida; Joan Holloway (Christina Hendricks), inicialmente la jefa de las secretarias que se había resignado a una de esas vidas que protege con uñas y dientes la zona de confort; o la vida de Ken Cosgrove (Aaron Staton) y Pete Campbell (Vincent Kartheise), dos ejecutivos de cuentas con distintos estilos, pero muy efectivos al momento de conseguir clientes.
Otros personajes importantes en la trama son Betty Draper (January Jones), esposa de Donald Draper que sufre una evolución interesante en cada temporada; Roger Sterling (John Slattery), el jefe cínico, vividor, rico y no por eso menos importante en la empresa; Salvatore Romano (Bryan Batt) y Stan Rizzo (Jay R. Ferguson), quienes serían los diseñadores gráficos de la época, pero sin PC o MAC; y muchos otros personajes, entre ellos los hijos de Donald o sus amantes, las secretarias del lugar y las esposas de cada personaje principal. Todos ellos tienen un engranaje que ajusta bien a la historia que se transmitió de 2007 hasta 2015 y en el camino obtuvo hasta 15 premios Emmy (cuatro veces seguidas como mejor serie dramática) y cinco Globos de Oro, además de ocupar el puesto seis como mejor serie dramática de todos los tiempos, según TV Guide.
Si acaban de sentir un gran vacío después de terminar series como Los Soprano (de hecho, el creador de Mad Men es Matthew Weiner, quien fue escritor y productor de la quinta y la sexta temporada de las aventuras mafiosas de Tony Soprano), Breaking Bad o su precuela Better Call Saul, Mad Men es una buena opción. Está en Netflix y quizás también en alguna que otra página.
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