El Amazonas y el Perú
Escribe: Raúl Porras Barrenechea*
El Marañón o Amazonas nace en el Perú y desemboca en el Brasil. Es un río principalmente peruano y brasileño. En todo su curso discurre por territorio peruano y del Brasil, con excepción de los 150 kilómetros de su ribera septentrional que fueron cedidos por el Perú a Colombia en 1927. Históricamente, el Brasil y el Perú fueron los dos únicos condueños del gran río. El Amazonas fue descubierto por su desembocadura en el Atlántico casi al mismo tiempo que el Brasil, pero fue conocido y explorado únicamente desde el Perú. Vicente Yáñez Pinzón entrevió, en 1500, la boca del Amazonas en el Atlántico, pero no supuso la magnitud de su curso que se remontaba hasta las sierras del Perú, ni la inmensidad de su cuenca hidrográfica. Fue necesario que Pizarro descubriese el Perú y asentase su dominación junto a los Andes peruanos, para que una expedición desprendida de sus huestes, penetrase en las selvas misteriosas donde se aposentaba El Dorado, y diese con la maraña fluvial por la que un bergantín español, construido por el propio hermano del Gobernador del Perú don Francisco Pizarro, recorriese por primera vez las aguas del río más grande del universo.
Histórica y geográficamente el Marañón o Amazonas sólo comienza a existir por obra de las expediciones peruanas. Son éstas las que le dan nombre y forma geográfica en las cartas primitivas y en los semifabulosos atlas de los cosmógrafos del siglo XVI. Los primitivos navegantes de la costa atlántica suramericana le llamaron vaga y genéricamente el Río Grande el Mar Dulce o también el Marañón, como habían llamado antes al Orinoco, pero fueron las expediciones peruanas las que, después de navegar el río y bordear todos los meandros inéditos de la selva mitológica, impusieron a aquel su lema definitivo. Orellana, lugarteniente y paisano de Gonzalo Pizarro, lega al río, con el golpe de su hazaña, su propio nombre, insigne ya en Extremadura. Los soldados de Lope de Aguirre salidos de Moyobamba en el Perú, le impondrían en 1560, después de haber estado perdidos tres años en la maraña fluvial el nombre de Marañón. Y del relato de Orellana, de los soldados de Aguirre y de los indios quechuizados del Gran Río surgirían la leyenda y el nombre de las Amazonas.
Del Perú partirían más tarde las entradas en busca del Paytiti y del Dorado, que cercadas por el fracaso y la acometividad de los indios, fundarían sin embargo las primeras ciudades provisorias en la selva mortal. Del Perú saldrán también los misioneros del siglo XVII que establecieron los primeros pueblos fraternos junto a los Omaguas y los Maynas en el curso mismo del Marañón y trazaron los primeros perfiles etnográficos del hombre amazónico y de la naturaleza que le rodea. Un misionero jesuita, el Padre Fritz, que había hurgado las primeras nociones claras de la Amazonía sin más instrumento que la balsa india y el catecismo cristiano, llevó al Virrey del Perú Conde de la Monclova, en 1692, el primer mapa del Amazonas en que por primera vez se señalaba su origen en la laguna de Lauricocha en la provincia de los Atavillos, de la que don Francisco Pizarro debió ser Marqués. Frailes jesuitas y franciscanos exploran y evangelizan desde Quito u Ocopa las tribus salvajes y antropófagas a las que no había llegado la influencia civilizadora de los Incas. El quechua o lengua general del Inca, resulta en plena época colonial española el único posible instrumento de evangelización para los misioneros, perdidos en la frondosidad de la selva y de los mil dialectos amazónicos. Y en 1638 dos legos franciscanos recorren íntegramente el Amazonas desde sus afluentes septentrionales hasta la boca, y repiten, con una sencillez de milagro, la hazaña que nadie había osado igualar desde los viajes de Orellana y Aguirre.
Sólo en 1638 el Amazonas será recorrido por primera vez, desde el Atlántico hasta el Napo y el Coca, por el capitán portugués Pedro Texeira. La Audiencia de Quito se desconcertó ante el insólito viaje y dice un cronista quiteño «no se atrevieron los señores Presidente y Oidores a resolver nada sin primero dar aviso al Virrey del Perú que a la sazón era el Conde de Chinchón».
Durante los siglos XVII y XVIII la colonización pierde su carácter guerrero y hasta los mismos gobernadores militares prefieren la predicación a las armas. Tres corrientes civilizadoras avanzan en el territorio alto-amazónico: la de jesuitas de Quijos en el Alto Napo, la de los jesuitas del Marañón cuyo centro es Borja, junto al Pongo de Manseriche y la de los franciscanos de Ocopa que avanzan por el Huallaga y el Ucayali hacia el Marañón. El desenlace de esta competencia evangélica es el triunfo de la corriente civilizadora del sur. Expulsados los jesuitas de América, las misiones del Marañón decaen. Los franciscanos que iniciaron su evangelización por la tribu de Payansos y Panataguas, junto a Huánuco, penetraron en las tribus salvajes del Pachitea y la Pampa del Sacramento. El Padre Sobreviela publica en el Mercurio Peruano el primer mapa veraz del Ucayali y el Huallaga hasta el Marañón.
Las misiones jesuitas del Marañón, incomunicadas de Quito y cuyos misioneros pidieron siempre apoyo al Virrey del Perú, reanudan su comunicación con el Virreynato peruano. Están próximos el Informe de Requena y la Cédula de 1802, que reincorpora Maynas al Perú y une las misiones del Marañón con las de Ocopa, en un solo haz.
En el siglo XVIII, La Condamine y Humboldt entran por la ruta peruana de Jaén. Y el ritmo civilizador se establecerá desde entonces en el Gran Río, por la doble corriente que partirá del Brasil y del Perú, rompiendo los meridianos de las demarcaciones teóricas y surcando las aguas del Marañón llevando la cruz del misionero o la espada del mameluco, hasta juntar en gesto cordial y fraterno, las dos corrientes en el marco divisorio de la frontera peruano-brasilera de 1851.
En el siglo XIX el Perú continuó en la selva amazónica la gran obra misionera y civilizadora de España. El Alto Amazonas y sus afluentes son recorridos y explorados por peruanos y viajeros ilustres que arriban al Perú. Se reconocen las fuentes del Marañón y Ucayali, se abren vías y trochas y se fundan ciudades, puertos, astilleros, fábricas. De Chachapoyas, de Huánuco, del Cuzco, parten expediciones entusiastas destinadas a romper el misterio de la selva, abrir vías de comunicación entre los puntos poblados y las grandes vías fluviales que conducen al Atlántico y civilizar a las tribus salvajes. Colaboran en la gran tarea el Colegio Misionero de Ocopa, de un lado, y las autoridades civiles y militares de Loreto, de otro, aparte de muchos pioneros espontáneos de asociaciones cívicas como la «Sociedad de Patriotas del Amazonas», organismos científicos como la «Comisión Hidrográfica del Amazonas y sus afluentes», que establece las latitudes geográficas y el punto de navegabilidad de los ríos, abre nuevas vías y traza los primeros mapas precisos del Marañón, Ucayali, Pastaza, Tigre, Santiago Morona y Napo. Suman su esfuerzo en la obra prefectos ilustres de Loreto, como Benito Arana; marinos peruanos, como Francisco Carrasco, M. Carbajal, Eduardo Raygada, Adrián Vargas, Gregorio Pérez, Sandi; militares como Althaus, cuyos trabajos aprovechó Castelnau, Espinar, Beltrán, Azcárate, La Torre; civiles como Nieto, Ijurra, Baltasar Eguren, Pereyra, Gaztelú, Távara. Muchos rinden la vida en la aventura como Maldonado, cuyo nombre vive unido al hallazgo del Madre de Dios o como Rouaud y Paz Soldán, consumido por las fiebres después de haber surcado por primera vez el Javari. Gracias a este impulso heroico y creador el Perú logra civilizar las márgenes del Amazonas superior. En la confluencia del Marañón y Ucayali los dos grandes formadores del Amazonas, surge Iquitos, ciudad de 40,000 habitantes, con factorías, astilleros, fábricas, escuelas y periódicos. En 1851 el Perú establece la navegación a vapor y los buques peruanos «Napo», «Morona», «Pastaza», «Mayro», hacen sentir la rueda del vapor por primera vez en los más remotos y escondidos afluentes del Amazonas, atravesando los «pongos» de milenario temor y las «cachuelas» peligrosas. Un gran italiano, cuya vida estuvo consagrada al Perú, Antonio Raimondi, recorre la región amazónica, estudiando la geografía, las plantas, los animales y el reino mineral, realizando en un formidable esfuerzo el primer gran inventario de la naturaleza amazónica. Carvajal y Wertheman atraviesan en 1869 el temible pongo de Manseriche mientras por las selvas de Chanchamayo los pioneros peruanos abrían a machete la selva para entrar al Ucayali por los lugares donde el indio Juan Santos destruyó las antiguas misiones españolas y fundan en la frontera de la barbarie el fuerte de San Ramón (1846).
En los comienzos del siglo XX la región amazónica peruana prosperó grandemente por la búsqueda del caucho. El oro negro atrae a los aventureros del mundo. El Putumayo al norte y el Madre de Dios al sur son los focos principales de las nuevas colonizaciones. En el primero, un peruano, Julio C. Arana, logra fundar los prósperos centros de El Encanto y la Chorrera y civilizar a los huitotos. En el sur la trocha civilizadora se abre por la audacia de Fitzcarrald, por el esfuerzo organizado de los miembros de la Junta de Vías Fluviales, de Rivero y otros peruanos. Un asturiano, Máximo Rodríguez, del temple de los antiguos conquistadores, asienta la soberanía peruana en el Madre de Dios, frente a los avances bolivianos y brasileños y crea factorías y pueblos como Iberia, Firmeza, Balta, etc.
La tradición misionera se renueva por las misiones dominicanas que estudian la lengua y usos indígenas, por los franciscanos de Ocopa y los agustinos del Alto Marañón. El esfuerzo peruano culmina en el orden científico con los estudios de la Junta de Vías Fluviales, los recorridos del Prefecto Portillo y sus mapas de todos los afluentes del Amazonas y por la obra coordinadora del Archivo de Límites para el que trabajaron largos años los mejores investigadores del Perú y uno de cuyos jefes, Carlos Larrabure y Correa publica la formidable «Colección de Documentos Oficiales relativos a Loreto», que es al lado de la obra «El Perú» de Raimondi y de nuestros alegatos con el Ecuador y Bolivia, una colosal cantera para el estudio de la Amazonía Peruana.
La obra empezada por España en el siglo XVI culmina en el siglo XIX, realizada por el Perú. La Metrópoli no pudo fundar centros poblados permanentes en la selva. Santiago de las Montañas, Borja, San Gabán, Ocopa, San Luis de Chamisuri fueron destruidas por los indios. Hoy día, Iquitos, ciudad peruana con 40,000 habitantes; Yurimaguas, Contamaná, Moyobamba, Maldonado han vencido la milenaria resistencia de los bosques. El avión, el telégrafo, la electricidad, el camión, el automóvil, la lancha a vapor, el ferrocarril o el hidroplano rompen el secreto de los ríos donde se escondían los mitos del siglo XVI.
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