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Rulfo sobre Pedro Páramo: ¿qué pensaba de su novela?, ¿por qué eligió esa forma de narrar?

En noviembre, Netflix estrenará “Pedro Páramo”, legendaria novela del escritor mexicano Juan Rulfo. Repasemos lo que el autor decía sobre este clásico de la literatura.

 

Hace poco, Netflix anunció el estreno de la película Pedro Páramo, basada en la obra del mismo nombre escrita por el mexicano Juan Rulfo, un escritor leyenda que se hizo de fama mundial tan solo escribiendo dos libros, el otro fue el libro de cuentos El llano en llamas.

Si Colombia tiene a Macondo (que por cierto, este universo también estará pronto en la plataforma de Netflix), México tiene a Comala, un pueblo “mágico” donde transcurre la novela de Rulfo. Esta obra, publicada en 1955 por el Fondo de Cultura Económica, marcó un hito en la literatura mexicana y se convirtió en un clásico de las letras que hasta hoy despierta el interés de miles de lectores.

Debido a su importancia, Netflix apostó por llevar esta historia a la pantalla, con la dirección de Rodrigo Prieto. Aunque es preciso recordar que esta obra ya pasó al denominado séptimo arte en más de una ocasión. En 1967, la dirigió Carlos Velo; en 1976-1978, José Bolaños; y en 1981 Salvador Sánchez.

La novela cuenta de historia de Juan Preciado, quien llega a Comala en busca de su padre, un tal Pedro Páramo. A medida que el lector se adentra en la novela se va dando cuenta de que está ingresando a un mundo donde el tiempo y el espacio no tienen un punto fijo, y es entonces que termina por sumergirse en un aparente caos, pero no se detiene hasta conocer qué pasó o qué está pasando realmente.

Pedro Páramo según el propio autor

Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaínonota, nació el 16 de mayo de 1917, en Ciudad de México. Además de escritor, fue guionista, fotógrafo y publicista. Cuando apenas tenía 38 años escribió Pedro Páramo, y se tardó no más de cinco meses en escribirla, aunque él explicó que la novela la tenía en su cabeza desde 1939. “Fue cuestión de trasladarla, de darle desarrollo”, le dijo al periodista español Joaquín Soler, en una entrevista para televisión, en 1977.

“¿Usted está plenamente satisfecho de esa obra?”, le preguntó Soler sobre el mismo libro, y Rulfo le respondió:

“Bueno, en realidad la he olvidado ya, hasta cierto punto. Me he olvidado de ella como una cosa ya del pasado. Ha surgido ciertas inquietudes de parte de una nueva generación que apenas lee, que apenas está leyéndola, y que tiene una serie de problemas para entenderla. Y también yo las tuve para escribirla, la verdad. Considero que es una novela difícil, pero fue hecha con esa intención, de que se necesitara leerla tres veces para entenderla. Mi generación no la entendió, ni la consideraba nunca interesante, y las actuales generaciones la entienden y la aprecian, al menos eso veo por los tirajes que ha alcanzado últimamente”.

Respecto a la estructura del libro, Rulfo manifestó que esta no tiene influencia de la obra de William Faulkner, aunque confesó que el autor estadounidense era uno de sus favoritos.

“[En el libro] está roto el tiempo y el espacio, y es que se trabajó con muertos y eso facilitó el no poderlos ubicar en ningún momento, sino poderles dar esos traslados, hacerlos desaparecer en momentos precisos y hacerlos aparecer después. Es una novela de fantasmas que pronto cobran vida y la vuelven a perder. Y sí, sigue siendo complicada”.

Finalmente, recalcó que escribir la novela “ha sido difícil, por la estructura misma de la obra. Es difícil volver a escribir una novela así porque está estructurada de tal forma que llega a tener aparentemente a no tener estructura, cuando en realidad eso es lo que sostiene a la novela”.

Sobre la forma de narrar

En otra entrevista, esta vez para Siempre! La cultura en México (edición de 1973), Rulfo explicó cómo encontró la forma de narrar para esta novela:

“En primer lugar, fue una búsqueda de estilo. Tenía yo los personajes y el ambiente. Estaba familiarizado con esa región del país, donde había pasado la infancia, y tenía muy ahondadas esas situaciones. Pero no encontraba un modo de expresarlas. Entonces simplemente lo intenté hacer con el lenguaje que yo había oído de mi gente, de la gente de mi pueblo. Había hecho otros intentos -de tipo lingüístico- que habían fracasado porque me resultaban poco académicos y más o menos falsos. Eran incomprensibles en el contexto del ambiente donde yo me había desarrollado. Entonces el sistema aplicado finalmente, primero en los cuentos, después en la novela, fue utilizar el lenguaje del pueblo, el lenguaje hablado que yo había oído de mis mayores, y que sigue vivo hasta hoy”.

Sobre el mismo tema, entrevistado por Araucaria de Chile (1986), Rulfo respondió:

“Yo quise que fuera un hombre y muerto el que la contara. Originalmente solo Susana San Juan estaba muerta y desde la tumba repasaba su vida. Allí, entre las tumbas, estableció sus relaciones con los demás personajes que también habían muerto. El mismo pueblo estaba muerto. Debo decirte que mi primera novela estaba escrita en secuencias, pero advertí que la vida no es una secuencia. Pueden pasar los años sin que nada ocurra y de pronto se desencadena una multitud de hechos. A cualquier hombre no le suceden cosas de manera constante y yo pretendí contar una historia con hechos muy espaciados, rompiendo el tiempo y el espacio. Había leído mucha literatura española y descubrí que el escritor llenaba los espacios desiertos con divagaciones y elucubraciones. Yo antes había hecho lo mismo y pensé que lo que contaban eran los hechos y no las intervenciones del autor, sus ensayos, su forma de pensar, y me reduje a eliminar el ensayo y a limitarme a los hechos, y para eso busqué a personajes muertos que no están dentro del tiempo o el espacio. Suprimí las ideas con que el autor llenaba los vacíos y evité la adjetivación entonces de moda. Se creía que adornaba el estilo, y sólo destruía la sustancia esencial de la obra, es decir, lo sustantivo. Pedro Páramo es un ejercicio de eliminación. Escribí 250 páginas donde otra vez el autor metía su cuchara. La práctica del cuento me disciplinó, me hizo ver la necesidad de que el autor desapareciera y dejara a sus personajes hablar libremente, lo que provocó, en apariencia, una falta de estructura. Sí, hay en Pedro Páramo una estructura, pero es una estructura construida de silencios, de hilos colgantes, de escenas cortadas, donde todo ocurre en un tiempo simultáneo que es un no tiempo. También perseguía el fin de dejarle al lector la oportunidad de colaborar con el autor y que llenara él mismo esos vacíos. En el mundo de los muertos el autor no podía intervenir”.

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