
En setiembre de 2010, tras varios años de espera, se creó el Ministerio de Cultura (Mincul), ente rector del sector cultural que tiene como objetivo diseñar, establecer, ejecutar y supervisar la política nacional y del sectorial cultural mediante dos viceministerios: Interculturalidad y Patrimonio Cultural e Industrias Culturales.
Pese a su importancia, existían voces que rechazaban la creación de este ministerio. Lo mismo sucede en la actualidad, 14 años después. Incluso en más de una ocasión se ha propuesto fusionar este sector con otro ministerio, lo cual sería un evidente retroceso.
En el 2005, el cineasta Armando Robles Godoy escribió un artículo que critica a los que se oponían a la creación de este ministerio. Con un estilo sarcástico, el cineasta señala que existe un miedo inexplicable por la cultura y, lo peor, es que no se lucha contra ello.
“Sé, y lo repito a menudo, que la pobreza cultural es la más dramática que padecemos. Y lo que me extraña son las razones por las cuales no solo no se lucha contra esa pobreza, madre de todas las demás, sino que se lucha despectivamente para mantenerla”, escribió Robles Godoy.
A continuación, presentamos el artículo:
Cobardía cultural
¿Por qué tememos que haya un Ministerio de Cultura?
Escribe: Armando Robles Godoy*
Entre los diversos miedos que sufrimos, uno de los más intensos es el miedo a lo desconocido. Pocas cosas hay tan espantosas como ignorar qué nos aterroriza, o por qué. En estos momentos paradójicos de nuestra vida social e individual, el tema que me intriga más profundamente es el de la cultura, o por mejor decir, tratándose de nuestro país, el de la incultura. Sé, y lo repito a menudo, que la pobreza cultural es la más dramática que padecemos. Y lo que me extraña son las razones por las cuales no solo no se lucha contra esa pobreza, madre de todas las demás, sino que se lucha despectivamente para mantenerla. ¿Qué está pasando?
Hace cuatro años ocurrió un milagro en la historia de nuestro país: se formaron dos comisiones de cultura: una en el Congreso de la República, presidida por la congresista Elvira de la Puente, y la otra presidida por Víctor Delfín y dependiente directamente de la Presidencia de la República, con la tarea de estudiar y proponer una política cultural del Estado. Yo era miembro de esta última. Lo primero que logramos fue coordinar el trabajo de ambas comisiones (otro milagrito). Y luego de una intensa labor de investigaciones comparativas con los logros alcanzados por otros países, elaboramos y enviamos al presidente de la República un primer borrador de la política cultural, y un proyecto que nos pareció fundamental: la creación de un Ministerio de la Ciencia y la Cultura.
Poco después, y sin causa coherente alguna, ambas comisiones quedaron desactivadas. Y también quedaron sin terminar, o fueron mal terminados, diversos proyectos como la Ley del Libro, que fue reglamentada tan deficientemente que no sirve para nada, y la Ley de la Cinematografía, que continúa sin ser perfeccionada ni aplicada.
Reacciones adversas
Hace poco, inesperadamente, el presidente Toledo anunció que se creará el Ministerio de la Cultura, lo que nos parece magnífico. Un poquito tarde, es cierto, pero la necesidad de ese organismo es tan dramática, que su sola creación, históricamente imposible, es un primer paso indispensable.
Pero lo que ha acentuado mi necesidad de comprender lo incomprensible es la reacción negativa ante esta noticia de diversas personas, incluyendo a algunas que creo inteligentes, informadas y cultas. Luego de investigar y meditar mucho, he llegado a detectar, entre otras, dos causas fundamentales de la oposición a la creación de un Ministerio de la Cultura: la ignorancia y el miedo. Nada en la vida es simple, porque hasta la simplicidad es compleja; pero dentro de este enmarañamiento vital resulta evidente que el desconocimiento o el conocimiento superficial de la cultura son casi totales. Y es que el miedo producido por la sola palabra “cultura” es insoportable.
Sin embargo, lo realmente peligroso no es el miedo, sino la cobardía. El miedo puede ser estimulante y hasta placentero; la cobardía, en cambio, es paralizante y abyecta. Un ser humano valiente no carece de miedos; al contrario, suele experimentarlos con más intensidad aún que el cobarde. Pero en lugar de huir o de zurruscarse en los pantalones, los utiliza como catalizador de su valor. La ignorancia convierte a la cultura en algo desconocido y, por lo tanto, en fuente de uno de los miedos más intensos y misteriosos. El terror cobarde ante la creación de un Ministerio de la Cultura tiene su epicentro en los sectores de economía de los gobiernos, que no se atreven a comprender que, sin ese ministerio, el más importante de todos, es prácticamente imposible hacer algo, o hacerlo bien.
Un detalle curioso de estas historias terroríficas es que los ministros de economía deben enfrentar, entre otras, la cobardía del dólar, que menciono en uno de los epígrafes de este artículo, y que me la hizo conocer un economista amigo, que más de una vez fue ministro en nuestro país. Es interesante que tengan que luchar contra una cobardía, e ignoren la propia.
Sé que la creación del Ministerio de la Cultura no va a rescatarnos del triste nivel cultural en que vivimos. Eso dependerá de quienes lo hagan funcionar. Exactamente lo mismo ocurre con todos los ministerios y demás organismos. El factor humano es lo esencial. Y en nuestro país ya es tradicional que resulte casi imposible hacer funcionar bien un ministerio. Pero sin ministerio, es imposible.
Cambiar esta situación es indispensable, pero sin olvidar que “si todo cambia, y el hombre no cambia, nada cambia”.
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