En la conmemoración de los veinte años de la trágica muerte de José María Arguedas, noviembre de 1989, se organizó la mesa redonda “Arguedas, Cultura e Identidad Nacional”*, en donde participaron Alberto Escobar, Gustavo Gutiérrez y el poeta Alejandro Romualdo, celebrado por su poema “Canto coral a Túpac Amaru, que es la libertad”.
En su disertación, Romualdo recordó cómo conoció al autor de Todas las sangres y Yawar fiesta, asimismo resaltó el valor de Arguedas en la literatura y cultura peruana:
“Para mí, Arguedas significaba un hecho cultural; más que un narrador, es un hecho cultural significativo en nuestra patria, llena de desgarraduras y de tensiones que fueron vividas por él en toda su intensidad y en toda su altura”.
Romualdo también llama la atención porque responde a una pregunta que él mismo se hace durante el coloquio: “¿Qué me unía a él?”.
A continuación, reproducimos la respuesta que ensayó el poeta, profesor, dibujante y periodista que provenía de Laredo (La Libertad).
¿Qué unía a Romualdo y a Arguedas?
Escribe: Alejandro Romualdo
¿Qué me unía a él? Pues, la poesía. La poesía era y es ese vínculo que está sobre la geografía, sobre la piel, y establece una comunicación secreta y profunda. Inmediatamente, al ver en Arguedas no solo un problema cultural, vi que era en su poesía donde él manifestaba su profundo sentimiento. Siempre me intrigó esto, porque cuando Arguedas sentía algo muy profundo, escribía poesía. Observé que este hombre, cuando quería expresar lo más íntimo, lo más conmovedor, el “temblor”, como dice aquí en su propia obra, cantaba. Es decir, salía el idioma materno, como si fuera lo profundo y, exactamente, era lo profundo. Aquello que un filósofo alemán dice que es la “casa del ser”. Efectivamente, esta “casa del ser”, que es el lenguaje de la poesía, en medio de los conflictos tan tremendos, tan desgarradores y tan patéticos, Arguedas canta. Y la poesía es canto, y el poeta un cantor, como lo definían los griegos. Ese momento es un acto feérico, es una fiesta, una alegría recóndita la que le brota, y por eso es la situación en la cual se ilumina toda su existencia, para entrar en los terrenos, digamos, del ser profundo, de lo ontológico o existencial en el caso de Arguedas.
El idioma está determinando todo su pensamiento y todo su sentimiento. Entonces, el conflicto cultural, a nivel de la poesía, se me revelaba a nivel de la lengua materna: ahí Arguedas no duda ya, no tiene que hacer otro aprendizaje, se manifiesta en su profunda y recóndita intimidad y en su máximo esplendor. Luego él dice kachkaniraqmi, eso que es el lema de esta conmemoración: “que a pesar de todo, aún es, existe todavía”. Es decir, aquí hay un problema de ser y de existencia, profundo, expresado a través del lenguaje y expresado a través de la poesía. Es decir, que sigue siendo en condiciones adversas, que subsiste o sobrevive. Ahí arroja, entonces, una luz y una fuerza: una luz de esperanza. “Aún es”. “Existe todavía”. Tiene fuerza suficiente para seguir luchando. Esa fuerza se manifiesta a través de una reintegración y de un crecimiento. Pero observamos que toda esta poesía es una poesía de resistencia. En los análisis que él tiene sobre la poesía quechua, dice que en la historia de la poesía quechua, prehispánica, colonial y republicana, hay un proceso que se puede constatar efectivamente: la primera poesía es celebratoria. La poesía en quechua de la época incaica celebra; el poblador es el dueño y canta. Son los himnos de alabanza, la satisfacción de una posesión y un dominio. Luego, la segunda fase de esta poesía es la de la pérdida: la poesía de la errancia, la poesía de tonos luctuosos, la de los yaravíes, la doliente, la poesía de los haravicus que van comunicándose con la naturaleza porque ya no pueden hacerlo con los hombres. Y se comunican con las plantas, con las flores, con las nubes, con los ríos y les dan su queja, su desamparo: una poesía del desamparo. Pero la tercera fase de esta poesía es la poesía de la rebelión, dice Arguedas. Vemos, pues, cómo en la poesía quechua, que subsiste a través de los siglos, él es uno de esos poetas que entra en esta tercera orientación, en la rebeldía del presente. Su poesía es una poesía de la resistencia cultural, de la fuerza de la esperanza, ajena ya al canto luctuoso, al canto doliente, y más bien se proyecta hacia una utopía posible”.
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* El texto fue extraído del libro Arguedas: cultura e identidad nacional, publicado por Lluvia Editores. Lima, 2020.
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