José Gabriel Condorcanqui Noguera (1738-1781), más conocido como Túpac Amaru II, es el cusqueño que encabezó la mayor rebelión independentista en el Virreinato del Perú, además fue el primero en pedir la libertad de toda Hispanoamérica.
Tras la gesta independentista que lideró junto con su esposa Micaela Bastidas y otros familiares, Túpac Amaru fue capturado y ejecutado en la plaza de Cusco. Los representantes de la corona española actuaron con crueldad no solo contra él, sino con todos los familiares y todo aquel que participó en esta rebelión que se dio incluso antes de la Revolución Francesa.
El cuerpo de Túpac Amaru II intentó ser partido por cuatro caballos, pero no lo lograron. Finalmente le cortaron la lengua y lo decapitaron. Posteriormente, su cuerpo fue despedazado y cada parte fue enviado a varias zonas de Cusco como advertencia.
Los siguientes poemas* rinden homenaje a este personaje que marcó un antes y un después en la historia de nuestro país. Además del “Canto coral a Túpac Amaru”, el reconocido poema de Alejandro Romualdo, figuran en la lista versos de González Prada, Manuel Scorza, José María Arguedas, Antonio Cisneros, Alberto Hidalgo, entre otros.
Canto coral a Túpac Amaru,
que es la libertad
Autor: Alejandro Romualdo
“Y ya no tengo paciencia para aguantar todo esto…”
Micaela Bastidas
Lo harán volar con dinamita.
En masa, lo cargarán, lo arrastrarán…
A golpes le llenarán de pólvora la boca,
lo volarán: ¡Y no podrán matarlo!
Le pondrán de cabeza.
Arrancarán sus deseos, sus dientes y sus gritos.
Lo patearán a toda furia.
Luego lo sangrarán.
¡Y no podrán matarlo!
Coronarán con sangre su cabeza;
sus pómulos, con golpes.
Y con clavos, sus costillas.
Le harán morder el polvo.
Lo golpearán:
¡Y no podrán matarlo!
Le sacarán los sueños y los ojos.
Querrán descuartizarlo grito a grito.
Lo escupirán.
Y a golpe de matanza lo clavarán:
¡Y no podrán matarlo!
Lo pondrán en el centro de la plaza,
boca arriba, mirando al infinito.
Le amarrarán los miembros.
A la mala tirarán:
¡Y no podrán matarlo!
Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Querrán descuartizarlo, triturarlo,
mancharlo, pisotearlo, desalmarlo.
Querrán volarlo y no podrán volarlo.
Querrán romperlo y no podrán romperlo.
Querrán matarlo y no podrán matarlo.
Al tercer día de los sufrimientos
cuando se crea todo consumado,
gritando ¡Libertad! sobre la tierra,
ha de volver.
¡Y no podrán matarlo!
Túpac Amaru relegado
Autor: Antonio Cisneros
Hay libertadores
de grandes patillas sobre el rostro,
que vieron regresar muertos y heridos
después de los combates.
Pronto su nombre
fue histórico y las patillas
creciendo entre sus viejos uniformes
los anunciaban como padres de la patria.
Otros sin tanta fortuna, han ocupado
dos páginas de texto
con los cuatro caballos y su muerte.
Túpac Amaru
Autor: Manuel González Prada
I
-“Anciano, escucha y espera:
ya el instante se avecina:
de africanos y españoles
no quedará ni reliquia.
Como brazo justiciero
a mí los cielos me envían
soy redención y venganza
de una raza envilecida”.
-“Oh, Túpac Amaru,
detén el vuelo a tus iras;
indaguemos lo futuro,
el destino de los Incas”.
II
A la corriente de un río
de tormentosa caída
lanza el Anciano tres llamas:
blanca, negra y amarilla.
Las llaman bregan y bregan
con la corriente bravía.
Surgen la blanca y la negra;
más parece amarilla.
III
“¡Ay, Túpac, Túpac, detente!
No ha llegado aún el día:
triunfarán el blanco y el negro,
sucumbiremos los Incas”.
-“No hay oráculo funesto
si hay astucia y valentía”.
Dice Túpac, y se aleja
Con sarcástica sonrisa.
Siguió a Túpac el Anciano
desde lejos, con la vista,
y “¡Ay de ti, Túpac Amaru”!
melancólico decía.
Capitulo Túpac Amaru
Autor: Alberto Hidalgo
Uno
Los yanquis se atribuyen el haber inventado el rascacielo
y eso es una impostura.
El puro nombre de Túpac Amaru tiene más de cien pisos
las ocho mil ventanas de su vida
el millón de escalones de su muerte.
Mientras la Torre Eiffel cruje el pecado de su talla fija
él sigue superando su antigua dimensión
más allá de los signos matemáticos
más acá de los datos terrenales.
Es tanta su pirámide
que las de Egipto se han quedado enanas.
Es tanto
tanto
su álamo
que ante la de él da lástima la altura
de toda la botánica mayor.
Su estatura incansable
día a día
se acrecienta con táctica de vuelo
desde su estado de comienzo
hasta la totalidad de su tamaño.
Igual que si la gloria
lo levantase más allá del mundo
con los brazos en alto
como un cartel inmensamente herido
como un cartel llorado
como un cartel que el pueblo se sabe de memoria
para siempre.
Doce
Túpac Amaru es el sinónimo de todos los derechos
el diccionario en que se encuentran todas las libertades.
Sepamos de memoria sus palabras
declamemos su vida
deletreemos su impecable muerte.
Cantar de Túpac Amaru
Autor: Manuel Scorza
A Enrique Solari
¡Hombres de las nieves, hombres de las arenas, hombres del mar!
¡Hoyes el día del canto!
¡Hombres de las alturas! ¡Esos que se crían en las praderas donde
pasan su infancia tenebrosa los relámpagos!
¡Hombres de poco sudor, de pómulos biselados por los vientos,
siempre vestidos por la lana negra de las tempestades!
¡Esos que traen osos a los caseríos!
¡Los que entran ·a los pueblos con los trajes manchados de arcoíris!
¡Reuníos, reuníos!
¡Habitantes de los ventisqueros!
¡Todos esos que enjaulan ríos y comen cabezas de carnero pelada con ceniza!
¡Contrabandistas de aguardiente, saladores de cuero,
cuñados de la papa-pacas!
¡No quiero pleito con ellos!
¡Por el contrario: los busco para compadres!
¡Hoy es el día del cantar!
¡Hombres del centro, sembradores de eucaliptos, vendedores de telas chillonas, talladores de anillos de carozo de durazno, buscadores de vetas! ¡Esta es la gran gente que en las ferias de los domingos ofrece baratijas y gesticula con las manos llenas de piedras falsas, rematadores, subastadores, mercachifles! ¡No me meto con ellos, cuento mis dedos cuando les doy la mano! ¡Estos no son pura boca, estos guardan en los trajes, y son buenos para padrinos!
¡Reuníos, reuníos!
¡Hombres de las selvas, comedores de grutas, asadores de monos, maridos de culebras! ¡Toda esa gente que hundiendo sus pértigas en atardecer navegan hacia los rápidos del olvido, cuando se alejan hacia las grandes cataratas de la medianoche!
¡Reuníos, reuníos!
¡Y la gente remota de los caños, gente desnarigada por la uta, cuyas sombras, nos cuenta, son verdes!
¡Bocas siempre manchadas de risa y mango, hospedadores de ladrones, contrabandistas! ¡De aquí salen las hembras estrechas! ¡El que la prueba ya no puede dormir!
¡Entrad también a la plaza del Canto!
¡Y las gentes de las arenas donde los desiertos se sientan con la cabeza entre las manos!
¡Hombres de los pueblos donde los mediodías se tienden con la lengua guera!
¡Estos son los que usan grandes sombreros de paja!
¡Odres de risa, barricas de engaño! ¡Aquí roncan los Grandes Maestros de la sombra y los Preparadores de pócimas! ¡Esos que bajo la luna de los Grandes Pasos fuerzan a las noches a beber grandes tragos de luciérnagas. (El Enemigo hurta después sus cuerpos y deja piedras en sus ataúdes)!
¡Hablo con respeto, no los ofendo: yo sé que tienen Grandes Pactos con el Tiznado!
¡Penetrad también al Cantar!
¡Hombres flacos del sur, gente vestida de negro, gente que pelea por el agua!
¡Gentes pagadas de sí mismas; no tienen para comer y mandan engastar celajes en los anillos de sus barriganadas!
¡No me meto con éstos! ¡Gustan demasiado de la fruta confitada y la calumnian!
¡Reuníos, reuníos!
¡Hombres del Perú, hombres perseguidos como piojos, hombres pisoteados, hombres tallados a sablazos, hombres que tienen una sola camisa!
¡Escuchad el cantar de la Guerra de los Pobres, oíd el cantar de Túpac Amaru!
Romance al guerrillero de Tungasuca
Autor: Luis Nieto
Yo soy la libertad
herida por los hombres
Federico García Lorca
Evocación
Oh, padre Túpac Amaru,
guerrero de sangre brava,
los hombres libres saludan
tu corazón de batalla.
Caminas entre banderas
que dejan el cielo en llamas,
entre brigadas de estrellas
y un batallón de miradas.
Capitán de nuestros sueños,
alto como una esperanza:
los indios llegar te sienten,
ven en ti su madrugada.
Aquí estamos centinelas,
a la orilla de la patria;
arqueros que a tu recuerdo
le estamos haciendo guardia.
Sabemos que un día de estos
alumbrará tu proclama;
para entonces nuestros pechos
serán trinchera y coraza.
Nuestros gritos de combate
parecerán llamaradas
y brillarán en los ojos
mil bayonetas caladas.
Oh, guerrillero del Ande,
indio de sangre gallarda,
estamos de pie a tu lado,
erguidos como una espada.
Un solo clamor saluda
tu presencia americana
que revienta en nuestro cielo
como una flor de batalla.
A nuestro padre creador Túpac Amaru
“Himno creación”
Autor: José María Arguedas
Túpac Amaru, hijo del Dios Serpiente, hecho con la nieve del Salqantay; tu sombra llega al profundo corazón como la sombra del dios montaña, sin cesar y sin límites.
Tus ojos de serpiente dios que brillaban como cristalino de todas las águilas, pudieron ver el porvenir, pudieron ver lejos. Aquí estoy fortalecido por tu sangre no muerto, gritando todavía.
Estoy gritando, soy tu pueblo, tú hiciste de nuevo mi alma mis lágrimas las hiciste de nuevo: mi herida ordenaste que no se cerrara, que doliera cada vez más. Desde el día en que tú hablaste,
desde el tiempo en que luchaste con el acerado y sanguinario español, desde el instante en que le escupiste la cara; desde cuando tu hirviente sangre se derramó sobre la hirviente tierra, en mi corazón se apagó la paz y la resignación. No hay sino fuego, no hay sino odio de serpiente contra los demonios, nuestros amos.
Está cantando el río,
está llorando la calandria,
está dando vueltas el viento:
día y noche la paja de la estepa vibra;
nuestro río sagrado está bramando;
en las crestas de nuestros Wamanis montañas
(en sus dientes la nieve gotea y brilla.
¿En dónde estás desde que te mataron por nosotros?
Padre nuestro, escucha atentamente la voz de nuestros ríos: escucha a los árboles de la gran selva; el canto endemoniado, blanquísimo del mar. escúchalos padre mío, Serpiente Dios. ¡Estamos vivos; todavía somos! del movimiento de los ríos y las piedras de la danza de árboles y montañas de su movimiento, bebernos sangre poderosa, cada vez más fuerte. ¡Nos estamos levantando, por tu causa, recordando tu nombre y tu muerte!
En los pueblos, con su corazón pequeñito, están llorando niños.
En las punas, sin ropa, sin sombrero, sin abrigo, casi ciegos
los hombres están llorando, más tristes, más tristemente que los niños.
Bajo la sombra de algún árbol, todavía llora el hombre,
Serpiente Dios, más perseguido que en tu tiempo; perseguido, como filas de piojos.
¡Escuchad la vibración de mi cuerpo!
Escucha el frío de mi sangre, su temblor helado.
Escucha sobre el árbol de lambras el canto de la paloma abandonada, nunca amada
el llanto dulce de los no caudalosos ríos, de los manantiales que suavemente brotan al mundo.
¡Somos aún, vivimos!
De tu inmensa herida, de tu dolor que nadie habría podido cerrar, se levanta para nosotros la rabia que hervía en tus venas. Hemos de alzarnos ya, padre nuestro mi Dios Serpiente. Ya no le tenemos miedo al rayo de pólvora de los señores. A las balas y a las metrallas, ya no le tememos tanto. ¡Somos todavía! Voceando tu nombre, como los ríos crecientes y el fuego que devora la paja madura, como las multitudes infinitas de las hormigas selváticas, hemos de lanzamos, hasta que nuestra tierra sea de veras nuestra tierra y nuestros pueblos nuestros pueblos.
Escucha, padre mío, mi Dios Serpiente, escucha:
las balas están matando,
las ametralladoras están reventando las venas,
los sables de hierro están cortando carne humana:
los caballos, con sus herrajes, con sus locos y pesados cascos, mi cabeza, mi estómago están reventando,
aquí y en todas partes;
sobre la gran hierba viva, entre los desiertos
sobre el lomo helado de las colinas de Cerro de Pasco.
Padrecito mío, Dios Serpiente, tu rostro era corno el gran cielo, óyeme ahora, el corazón de los señores es más espantoso; más sucio, inspira más odio. Han corrompido a nuestros propios hermanos. Les han volteado el corazón y, con ellos, armados de armas que el propio demonio de los demonios no podría inventar y fabricar, nos matan. ¡Y sin embargo, hay una gran luz en nuestras ciudades de los señores. Desde allí te hablo. Hemos bajado como las interminables filas de hormigas de la gran selva. Aquí estamos contigo, jefe amado, inolvidable, eterno Amaru.
Nos arrebataron nuestras tierras. Nuestras ovejitas se alimentan con las hojas secas que el viento arrastra, que ni el viento quiere; nuestra única vaca lame agonizando la poca sal de la tierra, Serpiente Dios, padre nuestro: en tu tiempo éramos aún dueños, comuneros. Ahora, como perro que huye de la muerte, corremos hacia los valles calientes. Nos hemos extendido en miles de pueblos ajenos, aves despavoridas.
Escucha, padre mío: desde las quebradas lejanas, desde las pampas frías o quemantes de los falsos wirakochas nos quitaron, hemos huido y nos hemos extendido por las cuatro regiones del mundo. Hay quienes se aferran a sus tierras amenazadas y pequeñas. Ellos se han quedado arriba, en sus querencias y, como nosotros, tiemblan de ira, piensan, contemplan. Ya no tememos a la muerte. Nuestras vidas son más frías, duelen más que la muerte. Escucha, Serpiente Dios: el azote, la cárcel, el sufrimiento inacabable, la muerte nos han fortalecido como a ti hermano mayor, como a tu cuerpo y tu espíritu. Hasta dónde nos ha de empujar esta nueva vida. La fuerza que la muerte fermenta y cría en el hombre, ¿no puede hacer que el hombre revuelva el mundo, que lo sacuda?
Estoy en Lima, en el inmenso pueblo, cabeza de los falsos wirakochas. En la Pampa de Comas, sobre la arena, con mis lágrimas, con mi fuerza, con mi sangre, cantando, edifiqué una casa. El río de mi pueblo, su sombra, su gran cruz de madera, las yerbas y arbustos que florecen, rodeándolo están, están palpitando dentro el techo.
Al inmenso pueblo de los señores hemos llegado y lo estamos removiendo. Con nuestro corazón lo alcanzamos, lo penetrarnos; con nuestro regocijo no extinguido, con la relampagueante alegría del hombre sufriente que tiene el poder de todos los cielos, con nuestros himnos antiguos y nuevos, lo estarnos envolviendo. Hemos de lavar algo las culpas por siglos sedimentadasen esta cabeza corrompida de los falsos wirakochas, con lágrimas, o con fuego. ¡Con lo que sea! Somos miles de millares, aquí, ahora. Estamos juntos; nos hemos congregado pueblo por pueblo, nombre por nombre y estamos apretando a esta inmensa ciudad que nos odiaba, que nos despreciaba como a excremento de caballos. Hemos de convertirla en pueblo de hombres que entonen los himnos de las cuatro regiones de nuestro mundo, en ciudad feliz, donde cada hombre trabaje, en inmenso pueblo que no odie y sea limpio, como la nieve de los dioses montañas donde la pestilencia del mal no llega jamás. Así es, así mismo ha de ser, padre, mío, así mismo ha de ser, en tu nombre, que cae sobre la vida como una cascada de agua eterna que salta y alumbra todo el espíritu y el camino.
Tranquilo espera,
tranquilo oye,
tranquilo contempla este mundo.
Estoy bien, ¡alzándome!
Canto:
bailo la misma danza que danzabas,
el mismo canto entono.
Aprendo ya la lengua de Castilla,
entiendo la rueda y la máquina;
con nosotros crece tu nombre;
hijos de Wirakochas te hablan y te escuchan
como al guerrero maestro, fuego puro que enardece, iluminando.
Viene la aurora
me cuentan que en nuestros pueblos
los hombres azotados, los que sufrían, son ahora
águilas, cóndores de inmenso y libre vuelo.
Tranquilo espera
llegaremos más lejos que cuanto tú quisiste y soñaste,
odiaremos más que cuanto tú odiaste;
amaremos más de lo que tú amaste, con amor de paloma encantada, calandrial.
Tranquilo espera, con ese odio y con ese amor sin sosiego y sin límites, lo que tú no pudiste lo haremos nosotros.
Al helado lago que duerme, al negro precipicio,
a la mosca azul que ve y anuncia la muerte,
a la luna, las estrellas y la tierra,
el suave y poderoso corazón del hombre;
a todo ser viviente y no viviente,
que el que alienta o no alienta la sangre, hombre o paloma, piedra o arena,
haremos que se regocijen, que tengan luz infinita,
Amaru, padre mío.
La santa muerte vendrá sola, ya no lanzada con hondas trenzadas ni estallada por el rayo de pólvora.
El mundo será el hombre, el hombre el mundo,
todo a su medida.
Baja a la tierra, Serpiente Dios, infúndeme tu aliento: pon tus manos sobre la tela imperceptible que cubre el corazón. Dame tu fuerza, padre amado.
Himno a Túpac Amaru
Letra: Luis Nieto
Música: Ricardo Castró P.
Coro
¡Túpac Amaru, cóndor de fuego,
brama en los Andes tu corazón!
¡Eres incendio en los picachos,
canto y bandera de rebelión!
Estrofas
¡Túpac Amaru, padre del trueno,
que estalle pronto tu caracol!
¡Ya están prendiendo tus guerrilleros
grandes fogatas de insurrección!
Tus hijos saben que su pobreza
no comerá más el patrón.
Por fin el indio no será esclavo,
ni habrá cadenas ni explotación.
¡Túpac Amaru, hijo del Sol:
quema tu sangre, arde tu voz!
De pie te esperan los campesinos:
¡Túpac Amaru libertador!
El mensaje
Autor: Joel Muñoz García
1
Túpac Amaru
está de pie
y nos habla todavía.
Su sangre
aún corre a raudales
en nuestras arterias.
Su voz
es una carta abierta
para el pueblo.
Porque América
no es del todo libre
como dicen.
2
Porque América
está edificando
su segunda independencia.
Porque América
está alcanzando
su total liberación.
El monumento
Autor: Joel Muñoz García
1
Túpac Amaru
sembró un árbol colosal
que nos corresponde cosecharlo.
Túpac Amaru
conquistó la Libertad
y debemos retenerla.
Túpac Amaru
es la liberación total
en nuestra Patria.
2
Por eso
no importa que no le hayan levantado
monumentos en las plazas.
Por eso no importa
que se olviden de escribir
su nombre en las paredes.
Por eso no importa
que se abstengan
de mencionarlo en los congresos.
3
Porque
nosotros le hemos erigido un monumento
de patriotismo en el corazón.
Porque
nosotros le hemos erigido un monumento
de sangre en cada milímetro de calle.
Porque
nosotros le hemos erigido un monumento
de fe en toda la extensión de la palabra.
¿NO ES CIERTO
HERMANOS DEL PERÚ
Y DE AMÉRICA?
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