Alejandra Pizarnik fue una destacada poeta y escritora argentina conocida por su obra intensa y profundamente introspectiva. Estudió filosofía y letras en la Universidad de Buenas Aires. Se trasladó a París en la década de 1960 donde estuvo en contacto con figuras literarias importantes y profundizó en su escritura.
Su poesía se caracteriza por una exploración de temas como la soledad, el silencio, la muerte y la identidad, con un estilo marcado por la precisión y la economía del lenguaje. Entre sus obras destacadas están «La tierra más ajena», «Los trabajos y las noches», «Extracción de la piedra de locura» y «El infierno musical».
Pizarnik luchó con problemas de salud mental a lo largo de su vida y murió trágicamente a los 36 años. A pesar de su corta vida, su obra ha dejado una profunda huella en la literatura latinoamericana y continúa siendo objeto de estudio y admiración.
A continuación, tres relatos suyos:
Un rostro
Un rostro frente a tus ojos que lo miran y por favor: que no haya mirar sin ver. Cuando miras su rostro –por pasión, por necesidad como la de respirar– sucede, y de esto te enteras mucho después, que ni siquiera lo miras. Pero si lo miraste, si lo bebiste como sólo puede y sabe una sedienta como tú. Ahora estás en la calle: te alejas invadida por un rostro que miraste sin cesar, pero de súbito, flotante y descreída, te detienes, pues vienes de preguntarte si has visto su rostro. El combate con la desaparición es arduo. Buscas con urgencia en todas tus memorias, porque gracias a una simétrica repetición de experiencias sabes que si no lo recuerdas pocos instantes después de haberlo mirado este olvido significará los más desoladores días de búsqueda.
Hasta que vuelvas a verlo frente al tuyo, y con renovada esperanza lo mires de nuevo, decidida, esta vez, a mirarlo en serio, de verdad, lo cual, y esto también lo sabes, te resulta imposible, pues es la condición del amor que le tienes.
París, mayo de 1962
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Tragedia
Con el rumor de los ojos de las muñecas movidos por el viento tan fuerte que los hacía abrirse y cerrarse un poco. Yo estaba en el pequeño jardín triangular y tomaba el té con mis muñecas y con la muerte. ¿Y quién es esa dama vestida de azul de cara azul y nariz azul y labios azules y dientes azules y uñas azules y senos azules con pezones dorados? Es mi maestra de canto. ¿Y quién es esa dama de terciopelos rojos que tiene cara de pie y emite partículas de sonidos y apoya sus dedos sobre rectángulos de nácar blancos que descienden y se oyen sonidos, los mismos sonidos? Es mi profesora de piano y estoy segura de que debajo de sus terciopelos rojos no tiene nada, está desnuda con su cara de pie y así ha de pasear los domingos en un gran triciclo rojo con asiento de terciopelo rojo apretando el asiento con las piernas cada vez más apretadas como pinzas hasta que el triciclo se le introduce adentro y nunca más se le ve.
1966
Lee el tercer relato en Clitorelatos.
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