Arte y crítica[1]
Escribe: Benito Pérez Galdós[2]
En el arte nos encontramos con una perturbación tan grande, que no la ofrece igual ninguna época de la historia. Cada día formas nuevas, nuevos ensayos, tentativas que no logran causar estado y se marchitan en poco tiempo. Es que en el arte, como en todo, el excesivo desarrollo del espíritu crítico mata la inspiración. El artista ha venido a ser su propio crítico; he aquí el mal. Se juzga la obra desde que está en gestación, se la ve juzgada y discutida antes de que tome cuerpo y vida en el cerebro: y de este modo, el ingenio no puede dar sino frutos raquíticos. No hay que dudarlo; el excesivo desarrollo del espíritu crítico en este siglo, que pronto se acabará, es la causa del escaso vigor artístico, y, digámoslo de una vez, de la relajación moral y política. La crítica lo ha matado todo. Eso de que todo el mundo sepa o pretenda saber lo que es la vida, lo que es la religión, lo que es el arte, concluye por esterilizar el pensamiento humano. Llegamos, pues, a una conclusión tristísima, y es que la difusión de los conocimientos, la enseñanza difundida cada día más, las Universidades, los Ateneos, las bibliotecas, son causa de este quebranto visible de las energías humanas. Ya veo que esta conclusión será recibida con escándalo por algunos de los que se dignen leer estas líneas, pero no me vuelvo atrás de lo dicho. No he asegurado que el excesivo desarrollo del espíritu crítico, trayéndonos tantas ficciones y formalismo, sea en absoluto un mal. Es posible que la humanidad haya dado un gran paso perdiendo las energías que producían extraordinarios casos de virtud o de inspiración artística; es posible que la considerable elevación del nivel me dio en lo moral, en lo político y en lo artístico, sea un gran bien. El tiempo lo dirá, y los críticos y filósofos del porvenir ajustarán la cuenta a los del presente. La cuestión será esta: ¿qué vale más, un nivel bajo, en el cual se destaquen, aisladamente, figuras esplendorosas, o un nivel medio, bastante alto, y sin personalidades? Caminamos a pasos de gigante hacia el predominio del vulgo ilustrado.
Todos sabemos algo y aún sabremos un poquito más. La filosofía, la moral, el arte se hallará al nivel de todas las inteligencias. La ciencia formará parte de los conocimientos generales. Todos sabremos pensar en buena dialéctica: todos sabremos escribir; todos seremos algo sabios, algo artistas: cada cual se hará sus propias obras de arte. Llegará el día en que las señoritas ilustradas esculpirán el busto de sus papás, y compondrán las polcas que han de bailar con sus novios. Llegará el día de la difusión completa del saber y la crítica reinará en absoluto; no habrá cerebro en que no hayan entrado los principios de toda ciencia y las reglas de todo arte. En aquel día feliz no habrá ignorantes: todos sabrán cómo se piensa, cómo se siente, cómo se escribe. Pero, ¡ay!, ese día grande, no habrá grandes hombres, el espíritu crítico los habrá hecho imposibles.
Concluyo pidiendo indulgencia a mis lectores por esta opinión individual que corrobora la paradoja expuesta. No hay que burlarse de las paradojas, que suelen entrañar verdades. Esta opinión individual pide un puesto entre las infinitas opiniones que hoy salen luz, sin que nadie las rechace ni las proscriba. Hoy, todos entendemos de todo. Ya no hay autoridades. Cada cual es su propia autoridad en moral y en arte. Crítica, mucha crítica.
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