En la siguiente entrevista realizada por Rosina Valcárcel en 1996 para la revista La Casa de Cartón*, Blanca Varela habla sobre sus inicios en la poesía, vida universitaria, estancia en París, producción literaria, feminismo, cine, arte, influencias, entre otros temas.
Blanca Varela: “Esto es lo que me ha tocado vivir”
Texto de Rosina Valcárcel
Blanca Varela (Lima, 1926) tuvo que afrontar la dolorosa experiencia de perder a su hijo Lorenzo Szyszlo, fenecido en un trágico accidente de avión en el verano del 96. Sobreponiéndose a sus heridas, la poeta afrontó con estoicismo la situación. De inmediato recibió la solidaridad de viejos y nuevos amigos. Pero por esas misteriosas cosas que tiene la vida que suele compensar lo incompensable, su obra poética completa, hasta la fecha, se ha publicado en su integridad, bajo el rótulo de Canto Villano (México: FCE, 1996). Asimismo, por su brillante producción lírica mereció la condecorasen con la Medalla Internacional “Gabriela Mistral”, que otorga el gobierno chileno a las personalidades de la cultura de todo el mundo. Sin mayores preámbulos presentamos su palabra cálida y directa.
INICIOS DE MUJER
Cuando a los siete años garabateé mis primeros versos, mi abuela y mi madre reaccionaron como suelen reaccionar los seres que nos quieren: piensan que todos en la familia –entre comillas– son muy inteligentes. En realidad, en casa era una especie de costumbre hacer versos. Eso viene desde atrás, un poco también entre comillas.
Quizás el hecho de haber sido criada en un hogar de mujeres influyó en mi capacidad de observar el mundo, el entorno. Creo que tenía mucho que hacer también el carácter particular del individuo, en este caso yo. Tenía cierta actitud congénita, digamos, para ser observadora y curiosa. Indudablemente la presencia de mujeres afinó en mí esa capacidad de mirar. Somos por naturaleza muy observadoras. Como el género femenino ha estado reducido a un papel secundario en la vida, de alguna manera ha tenido que callar y observar más las cosas.
El otro día estaba leyendo sobre la percepción que tienen las brujas. De ahí reafirmo que la mujer es muy sensible, noto que una mujer tiene un grado de sensibilidad muy fuerte y si a eso le sumas algo de lectura, estudios, temperamento (inquisitivo en mi caso), a lo mejor el resultado es otro. Tengo mucha intuición, creo ser una persona muy intuitiva. A veces alguien me está diciendo alguna cosa y yo sé qué es lo que quiere, o tal vez eso es tener capacidad psicológica. Todo este asunto tiene que ver con la intuición. Hay una cosa muy animal detrás de todo esto.
Las mujeres, en general, somos muy valientes. Afrontamos muchas cosas que aparentemente son poco importantes pero que en realidad son tremendamente importantes. Tenemos mucho que hacer por los hijos, por la sobrevivencia, ¿no es cierto? Nuestra condición de individuos que hemos llevado de alguna manera una carga viva dentro de sí, nos hace fuertes, muy fuertes.
El hecho de que mi padre no viviera con nosotros no es condición definitiva para que algunos lectores perciban en mi poesía la ausencia de la figura paterna. Mi padre era una persona a quien yo quería mucho y con el cual yo tenía una muy buena relación. Es verdad que no estaba en el hogar, como presencia, pero una persona a quien yo quería y con la cual tenía amistad, que es una cosa mucho más bonita, porque a veces tú puedes querer mucho a tus padres y no tener confianza ni amistad con ellos. Mi padre era una persona crítica, era una persona muy divertida, que decía cosas a veces duras, pero con tanta gracia, además con mucha sabiduría. Con él tuve mucho, muchísimo diálogo. No sólo eso, mi padre fue una de las personas que determinó mis gustos literarios, claro que sí. Cuando yo era muy pequeña, él me prestaba –me daba– los libros que leía. Él leía mucho a los españoles, Unamuno, Baroja, leía a Valle Inclán. Imagínate, yo era una niña muy pequeña, tenía nueve a diez años y ya leía esas cosas. Tal vez no las entendía del todo, pero las leía. Es decir, no entendía lo que puedes entender cuando eres mayor y has desarrollado otros elementos de juicio. Pero sí, era una especie de atmósfera que él me ayudaba mucho a crear, en particular historias; tal vez más dirigida a la anécdota que a la esencia de las cosas. Eso me familiarizó con la literatura y con la lengua. En mi casa –por mi madre y por mi abuela– ese fenómeno se reforzaba. Era gente, como ya lo he dicho, que hablaba y escribía bien.
DE LA SOLEDAD, LOS MONÓLOGOS Y OTROS ASUNTOS
Siempre he sido solitaria y además me entretenía mucho conmigo misma. Era fantasiosa, según término que usaba mi abuela. Siempre estaba creando situaciones y personajes. De pronto, por estados de ánimo, me imaginaba una situación triste o una situación romántica, aun desde muy pequeña. Yo creo que no me sentía sola en absoluto. La sordera de Dios es evidente, hasta hoy la siento. De los adultos, creo que más que sordera es un diálogo de sordos y esto va a la política, a las relaciones amorosas, a todo lo que quieras. Cada uno habla, siente y cree; las respuestas son ajenas y son las propias.
EL VALS, LA GUITARRA Y LO VILLANO
Mi madre no fue a la universidad, mi abuela tampoco. Eran buenas lectoras, eran personas que habían tenido más bien un tipo de universidad familiar. Amigas de muchos escritores, tenían parientes que eran buenos escritores, amigos que eran gente importante de las letras, pero era otra cosa. Yo, digamos, fui más moderna, tuve acceso a ciertas cosas, entonces todo lo “popular” aprendido en casa era un lastre para poder avanzar. A lo mejor, era para poder ver a lo popular, sin comillas, de otra manera, como he podido volver después. Aparentemente todo el mundo cree que yo me burlo de los valses cuando escribo un vals; es una especie de nostalgia y trasposición, y de ascenso también, de esos sentimientos. Yo creo que al vals traté de darle otro valor. Yo no escribo valses, pero el vals es indudablemente algo que ha marcado particularmente a la gente de Lima. Lo sé y por eso me margino. Es significativa toda esa cancioncita de cuna, la que hemos escuchado de niños. Antes mucho más que hoy porque uno tenía la radio, en la época en que no había televisión. En la radio había programas de música criolla. Mi madre era una persona que siempre cantó muy bien, muy entonada, aunque nunca muy profesionalmente. Le gustaba rasguear su guitarra y después, cuando pudo –no en una primera época, sino más bien tardíamente–, tuvo contacto con algunas personas que hacían música. Primero por su prima, que es con la que escribió canciones y todo. Después vino Chabuca Granda, Alicia Maguiña y las que tú quieras. Hoy día todas las niñas pueden cantar criollo, Julie Freundt, por ejemplo, y lo hacen muy bien, con todo derecho y sabiendo que están pisando un terreno muy válido. No estoy haciendo una apología a la música criolla, casualmente porque no es uno de mis fuertes, lo cual no quiere decir que no me impacte porque a veces hay cosas que son bonitas y que de repente hasta me emocionan; eso es otra cosa, eso tiene que ver con la niñez. En mi libro Canto villano todo este asunto se manifiesta de alguna manera. Mi madre siempre ha sido muy atenta a lo que le rodeaba, muy generosa con lo poco que tenía y siempre tuvo una muy buena relación con la gente, digamos, de extracción popular. No era una persona que se jaraneaba, nada, en absoluto, que yo recuerde en mi infancia no; pero sí visitaba a las amigas pobres y no como la señorona rica, porque no lo era. Yo, por ejemplo, me acuerdo de haber estado en la casa de “Las Criollitas” en La Victoria. Mi mamá me llevó y cuando regresé a mi casa imité perfectamente a una de ellas. “Las Criollitas” eran unas hermanas que hacían dúo. Mi mamá fue porque iban a cantar algo de ella, la invitaron, y me dijo ¿no quieres venir?, y yo que era curiosa fui y me pareció muy entretenido y atractivo.
Cuando me refiero a Canto Villano es el canto del extramuro, o sea al canto que no se hace en el castillo; el canto no oculto. Yo hago esa especie de juego, indudablemente tiene que haber reminiscencias de esta especie de cosas de la canción popular; una cosa juglaresca tal vez. Françoise Villon, el poeta francés, que era un tipo que hacía barbaridad y media y que era hasta un malhechor, cantaba. Además fíjate tú, cómo ha cambiado la situación del poeta desde tiempos anteriores, inclusive hablando del Perú. Ser poeta era ser bohemio, ser borrachito, no servir para nada. Y el poeta no es eso, es un ser humano como cualquier otro que además canta y sueña un poco, que además tiene un hogar donde se retira y donde habla de otra manera, pero no es diferente a los demás. Puede trabajar ferozmente y puede ganarse su pan de todos los días, es verdad y tú lo sabes y yo lo sé.
LIMA–PARÍS
El poema “Puerto Supe” (“Aquí en la costa tengo raíces,/ manos imperfectas,/ un lecho ardiente en donde lloro a solas”) lo escribí recién llegada a París. Lo considero como un poema inicial. Es un poema en el cual me enfrento con un país, con una sociedad, con una situación. Yo era una chica peruana que había llegado a París en condiciones modestas, recién casada, buscando conocer cosas. Sentí muy fuerte la indiferencia, es decir, mi identidad se hizo muy insistente. No es que la tuviera formada, tal vez, pero comenzó a formarse como una especie de gran dolor y añoranza de lo otro. Entonces, cuando me refiero a mi infancia, me refiero al Perú, a la sociedad peruana. La familia es una consecuencia de las cosas y de las situaciones. Creo que no era un pleito con padre o madre o situación social o económica, no. Yo creo que era contra toda una cosa mucho más fuerte que eso, y la soledad que tenía era la soledad de quien se busca desesperadamente. Pero quede claro, por entonces yo era una persona que todavía hacía palotes en poesía.
“A mí no me gusta mi poesía, pero es la única que puedo escribir. Es una poesía honesta: no podía haber escrito de otra manera.
¿Por qué no me gusta mi poesía? Tal vez porque soy una insatisfecha, creo que es el destino de toda persona que aspira a ser auténtica; eso sí, creo que ser auténtico es buscar siempre algo que uno no alcanza”.
EL CINE
A mí el cine siempre me ha encantado. Yo sigo yendo al cine cada vez que puedo y miro las cosas que me parecen importantes, pero cuando era niña, cuando era joven, ya casada, nosotros íbamos en grupo –un grupo de amigos–, íbamos a diario al cine y veíamos todo; yo he hecho crítica de cine, primero cuando llegamos a París, cuando fui la primera vez. Vivíamos en la cinemateca, entonces vimos todo lo que se había hecho en la historia del cine, puedo decir que tengo una buena formación. No retenía mucho el nombre de los directores, claro, los importantísimos sí, pero no los retenía para usarlo en forma erudita, sino por cultura general. Después, cuando regresé a Lima, después de mucho tiempo, escribí para la revista Oiga cuando era un tabloide; trabajaba con Sebastián Salazar Bondy y con Paco Moncloa. Había una serie de personas que todavía andan por ahí, aunque algunos ya han muerto, haciendo periodismo. Yo hacía muchas cosas en Oiga, hasta he hecho editoriales, con eso te cuento todo, pero no era mi función. Pero sí hacía crítica de cine y firmaba con un seudónimo de hombre: “Cosme”. Firmaba “Cosme” no sé por qué, seguramente porque había vuelto de Italia y me gustaba Cosme de Médicis. “Cosme” a veces me parecía un nombre bien indio, bien cholo, bien peruano y al mismo tiempo un nombre italiano, me encantaba, me gustaba; además porque no era mi asunto el cine, pero sí he mirado el cine con mucha atención y me encanta. Bergman siempre me ha gustado, en fin todo el cine nuevo. Me gusta mucho el cine underground americano también.
ANIMALES EN CASA
Yo tengo una relación muy curiosa con los animales, no sé por qué, pero no puedo vivir con un animal en casa. Sin embargo, he tenido que vivir con ellos porque a mis hijos o a mi exmarido le gustaban los animales y los he soportado, y les he dado un trato casi humano. Era yo la que me ocupaba de que comieran, de que fueran vacunados, porque me parecía que no se puede tener un animal para sólo hacerle cariñitos y que te haga guau guau. Un animal es algo que tú tienes que respetar. No me gustaba dormir con un perro, no me gustaba que el perro estuviera debajo de la mesa pidiéndote comida, cosas que tampoco se las aguanto a un ser humano, que hacen cosas similares a los perros y peores todavía, ya sabemos. El perro para mí es un individuo respetable.
PUROS Y SOCIALES
Tú sabes que yo siempre me he resistido a la división entre poetas puros y poetas sociales. Creo que la poesía es buena y punto, mala poesía no hay. Los temas, los asuntos son los que el poeta necesita en un momento de su vida para decir lo que siente, lo que está forzándolo a expresarse, ¿no te parece? Tú escribe porque tienes urgencia de escribir. Creo que la poesía es social en general, está dirigida al hombre, al otro que puedes ser tú mismo, porque la poesía es diálogo. Incluso aquella poesía que monologa, que es en realidad un diálogo muy particular.
UN TRABAJO SOLITARIO
Yo creo que los seres humanos no tenemos mucho tiempo para hacer lo que quisiéramos hacer y tal vez tenemos limitaciones. Si a mí me preguntan que me hubiera gustado ser en la vida, yo diría que me hubiera gustado ser un héroe o una heroína. No importa qué tipo de héroe, no sé pero me hubiera gustado ser alguien que hubiera pasado por este mundo habiendo dejado alguna huella que sirva para los demás. Algo que ayude a los que vienen atrás a vivir los mismos problemas que tú de alguna manera ya has vivido. A denunciar ciertas cosas, a luchar contra ciertas cosas, pero ya ves, no me tocó ese rol. Me hubiera gustado en un momento ser una heroína. Cuando era más joven sentía que era capaz de dar la vida por algo. Ahora ya no, ya mi vida vale poco, son muy pocos los años que me quedan, ya qué puedo dar. ¿Me comprendes? Es importante la juventud, pero siento que la juventud ignora el valor que tiene el potencial de la existencia. Siempre estamos postergando, mañana voy a hacer tal cosa, voy a luchar contra tales cosas. A mi manera he luchado, en un aspecto que tal vez es muy hermético, como es el de la poesía misma. Ha sido un trabajo muy solitario.
A mí siempre me ha interesado la literatura de mujeres, siempre y además creo que la base de mi poesía es mucho más poesía femenina o literatura femenina en general de lo que se cree. Es una poesía de experiencia humana y biológica también. Yo tengo mucha simpatía por las mujeres en general y ahora que soy mayor he vivido muchas dudas, muchas frustraciones, muchas cosas hermosas también. Recién ahora puedo ser todo lo clara para poder tener una relación más suelta, más viva con las mujeres. No me tocó tenerlas con las mujeres de mi generación, entonces estaba muy ocupada en formarme como individuo, las mujeres somos individuos, somos seres, claro que existimos, ¡vaya que existimos! Entonces en ese momento yo estaba todavía tanteando, buscando cosas, las cosas que me iban llegando, pero ahora no me paro sobre los pies muy cansados -hay un poema “Los pies cansados”- y miro alrededor, me da un gran placer ver a las mujeres cómo están funcionando, cómo hacen las cosas, cómo se atreven, cómo han dejado ese papel de bambalinas, secundario, de ser la mano detrás del telón y acerca el vaso de agua, o la que recibe la bofetada en la cocina. Ya se acabó. Yo siempre he sido muy rebelde. Yo nunca me he sentido interior a un hombre; jamás. Me he sentido una persona que tiene conciencia de que un ser humano jamás será inferior a nadie. No importa cuál sea su condición.
MI GENERACIÓN
Mi grupo era un grupo de muchachos, un poco mayores que yo o un poco menores, como Bendezú. Son amigos que hice en la universidad, mis amigas en ese momento, las muchachas de mi edad no escribían. Estaba también Lola Thorne, creo que éramos cercanas a Magda Portal, había política y en ese momento la política no me interesaba, mejor dicho, me gustaba pero no estaba preparada para eso seguramente. Las poetas de entonces como Cecilia Bustamante, Sarina Helfgot, Julia Ferrer a mí me parecían ellas todas muy buenas, mujeres que escribían muy bien, generalmente cada una a su manera. A quien sí conocí más fue a Raquel Jodorowski, hace tiempo que no la veo, muchos años, era muy divertida y además tenía talento, mucho talento.
LA SOMBRA REALISTA Y ALGUNAS AMISTADES
Hay una investigadora mexicano-española que me ha escrito una carta porque está haciendo un estudio sobre el surrealismo en América Latina en general y quiere saber si mi poesía es o no surrealista. Yo le digo que no soy surrealista, creo que en la época que yo escribí, en la anterior también, el surrealismo ya había teñido de alguna manera, digamos, una forma de imaginar diferente. Creo que he tenido el paso normal, accidentado, que tiene cualquier poeta o cualquier persona que pretende escribir poesía y que ha sido abierta a lo que pasaba alrededor de ella en el mundo. He tenido la suerte de haber contenido la influencia primerísima del surrealismo, es verdad, pero más que a través de Breton -a quien conocí más tarde- a través de lecturas; he conocido surrealistas importante luego; la pintura surrealista después, cuando fui a París; primero conocí a Westphalen y a Moro, entonces allí estaba todo, estaba Manuel Moreno Jimeno, que no era surrealista pero que tenía la mejor biblioteca de revistas y documentos surrealistas que tú puedas imaginar, teníamos acceso a todo ese material. Manteníamos muy buena relación con la gente mayor en ese grupo, el de la peña “Pancho Fierro”, pero también teníamos relación con el indigenismo, con José María Arguedas y con Enrique Camino Brent; pero nunca lo he hecho académicamente ni organizadamente. Yo siempre he tenido el problema de la sobrevivencia, me casé con un pintor que no tenía plata, teníamos que trabajar; teníamos que ir adelante, no tenía dinero ni fortuna familiar, no la tenía; había nacido cuando ya la familia se había ido al suelo, estaban viviendo muy modestamente con ciertos estilos, que no era lo real. Entonces sí, yo he tenido antenas muy grandes y mucha suerte de conocer a Cortázar, a Paz, de salir de este grupo maravilloso del Perú, de haber sido tan amiga de Sebastián Salazar Bondy, de Raúl Deustua. Yo era muy jovencita, ingresé a San Marcos cuando tenía 16 años, sabes lo que es eso. Cumplí 16 entrando a San Marcos, es increíble. Mira qué rebelde era, no pensé en la Católica, no pensé en nada de eso; pensé en San Marcos. Para decirte más, vengo de una familia de librepensadores, soy agnóstica. Aunque fui a un colegio religioso, sin embargo, siempre tomé distancia con espíritu crítico y al mismo tiempo respetando, porque no se trata tampoco de denigrar. En un momento he sido muy rebelde y seguramente muy despectiva. Ahora te voy a decir la verdad, una de las personas que más respeto y admiro es el padre Gustavo Gutiérrez, que es mi amigo, ¡cuántas veces hemos conversado!
ALGO SOBRE LA CRÍTICA
Siempre es excesivo lo que opina la crítica sobre mi obra. No creo que mi poesía merezca tanta atención. A lo mejor soy un fenómeno de tipo social-literario, soy una mujer que tiene una edad y se atrevió a escribir ciertas cosas y que las guardó en su cajón escolar por mucho tiempo y después las comencé a publicar. Te hago una confesión: a mí no me gusta mi poesía, pero es la única que puedo escribir. Es una poesía honesta: no podía haber escrito de otra manera. Si hubiera querido fingir un mundo feliz no hubiera podido hacerlo. Mi apreciación del mundo es el de un mundo difícil, duro, a veces hermoso. A pesar de todo, es gratificante tener conciencia de todo ello.
En este momento estoy más o menos reconciliándome con mi poesía, a través de cierto tipo de poetas. Hay ciertos tipos de poetas alemanes que estoy descubriendo prácticamente desde hace unos años. Siempre me ha gustado Vallejo. Yo tengo un temperamento seco, un temperamento un poco ascético, huyo de lo que es florido, a pesar de que me encanta el campo, pero eso no tiene nada que hacer con la manera de apreciar las cosas y de expresarlas, sobre todo. Pero, claro, hay elementos que me avasallan, por ejemplo, hablo de la luz, de la noche, de la oscuridad, de la carne; como hay un tipo de noche y un tipo de luz también al mismo tiempo. ¿Por qué no me gusta mi poesía? Tal vez porque soy una insatisfecha, creo que es el destino de toda persona que aspira a ser auténtica; eso sí, creo que ser auténtico es buscar siempre algo que uno no alcanza.
ENTRE PINCELES
En este plan de confesar cosas te cuento que yo no me siento una artista plástica que frustró su vocación porque se casó con un pintor. Si la pintura hubiera sido muy importante para mí, pues mira, mala suerte, habríamos sido dos pintores en la familia y hubiéramos estado peleando por el tubo de óleo, que era con lo que se pintaba en esa época, por el pincel. Pero no, creo que no soy una pintora frustrada. A pesar que a mí me encanta la pintura, tengo una formación pictórica y tengo además una enorme capacidad para acercarme al lenguaje pictórico, a la plástica.
DE TEMAS Y FORMAS
Entre mis temas recurrentes están el mar, el tiempo y el dolor, desde el primer poemario hasta el último. Y algo más, el equilibrio, la forma no es la clásica. Las formas a las que me refiero tienen que sostener las cosas, tienen que sostener inclusive el pensamiento. Hay una armonía que tiene que existir en el pensamiento. Tengo la absoluta preocupación de ordenar. No creas que es un orden formal, pero sí de poner las cosas en sus lugares, en los lugares que yo creo que deben estar; soy arbitraria también. Tengo una gran necesidad de saber dónde están las cosas, no puedo vivir en el caos. ¿Sabes por qué? Tal vez porque mi esencia es caótica, la única manera de alcanzar una dureza, una permanencia dentro de mí es ordenando mi entorno. Tengo una gran capacidad de delirio y de locura, que tienen todos los seres humanos que piensan; sin embargo, yo creo en el orden. Me gusta controlarlo todo y a la vez tengo un gran autocontrol, yo creo que sí.
Yo no soy de las que ahuyentan a sus demonios, manejo el coro. Trato de que canten a mi ritmo, que no me hagan extraños, porque puedo patinar terriblemente. La poesía sigue siendo para mí una manera de seguir explorando, de darle nombre a los demonios. Los demonios están tan de moda que a mí ya me fastidian, que hay un solo demonio que es uno mismo, todos los demás son invenciones. Por eso a veces mis grandes silencios en poesía, tú sabes que he dejado de escribir por épocas y después soy una gran jardinera. Puedo escribir muchas páginas y de pronto me quedo con muy pocas líneas, porque el poema está allí metido, hay que saber encontrarlo.
LOS CAMBIOS QUE DA LA MATERNIDAD
Te confieso que recién cuando tengo hijos tengo sentimientos estables y legítimos; compromisos realmente. Antes no, era tan así que podía estar muy enamorada, lo he estado, amar mucho a algo o alguien; sin embargo, todo era digamos no necesariamente efímero, pero no era permanente, era algo que podía pasar. En el caso de los hijos es diferente, los hijos me dieron una gran estabilidad, me colocaron en un lugar en la naturaleza y tal vez en mi mente también. Creo que antes de escribir, por ejemplo, Casa de Cuervo tenía un pequeño poema que se llamaba “Fútbol” que tenía 4 o 5 líneas que escribí mirando a mis hijos y escribí también un pequeño poema “Toy”, que es el juguete; todo está inspirado en el mundo de niños, en un mundo infantil. Por ejemplo, hay otra cosa que escribí viendo al pájaro devorando al gusano, fue también mirando a un niño mío que descubrió muy pequeñito el nido de pajaritos en el jardín de la casa -un jardín pequeño que teníamos- entonces allí su papá le estaba enseñando y pensé en el pájaro, en el niño y en la vida y salió esa cosa terrible: “Justicia”, así creo que se llama. Pero todo nace de imágenes que me relacionan con mis hijos en un momento.
LOS DESIGNIOS DE LA VIDA
Es probable que la pérdida de mi hijo Lorenzo algo me haya cambiado, no lo sé con exactitud. Es tal el contacto con el escándalo, con el horror de la muerte. ¿Quieres que te diga una cosa? Aunque suene escalofriante, casi no me sorprendió. Eso es terrible, porque es algo que yo esperaba. Creo que hay que esperar esas cosas terribles, ese es el destino en la vida, pero no lo esperaba evidentemente. A la última persona que hubiera esperado que le sucediera era a uno de mis niños.
Qué demonios hay detrás de toda esa especie de juego increíble que es la vida, el estar aquí, el pelear por cosas que sabes que son efímeras; sin embargo, hay que denunciar esto, hay que decirlo mientras uno viva. Yo siempre he dicho una cosa que es una especie de contradicción, la eternidad es hoy. Entonces hoy en que estoy todavía viva tengo que decir que todo esto no me convence, que tengo que estar buscándole sentido a las cosas todavía.
POEMAS Y PERSONAS
¿Qué poema mío prefiero? Creo que ninguno y es la verdad. No sé, tal vez un poema que no es muy auténtico, ni muy característico de lo que escribo y se llama “Persona”, que habla de un animal que se da la vuelta, que es el ser. No me acuerdo en este momento, tal vez ese es con el cual más me identifico, es mi sello personal al mismo tiempo. No hay un perro allí, pero hay esa especie de individuo que da vueltas, se muerde la cola, se pregunta, indaga y sabe que los demás van a un cierto destino y van a reaccionar de determinada manera, de una u otra. Hay una suerte de fatalismo en él y al mismo tiempo de gran coraje. Aunque resulte contradictorio siento que es así. Te lo voy a decir, y va a sonar horrible y vanidoso, yo creo que soy una persona valiente, muy valiente. Soy una persona de mucho coraje, porque siento en el fondo que es la única manera de demostrar que no estoy conforme; de poner sobre el tapete mi gran inconformidad. Por eso me molesta que el hombre no se respete, que los individuos seamos tan egoístas los unos con los otros, que no nos tengamos respeto. No se trata de amor, que yo quiero a todo el mundo, que buena soy. Creo que hay que conocer el límite donde comienza otro individuo y donde hay que tener respeto, una suerte de consideración.
ESTÍMULOS PARA LA VIDA Y LA ESCRITURA
En general los viajes, las exposiciones de pintura, los libros me han estimulado muchísimo para poder escribir. El trabajo me estimula también. Trabajo desde que tenía 15 años, 55 años que trabajo sin cesar, con pequeños descansos cuando fui madre o cuando estuvimos en Estados Unidos con un pequeñito y otro que nació allí, tuve que ocuparme de toda la familia. Es el primer año en que no he podido viajar tal como lo acostumbro, y no creas que ha sido por una cuestión económica, sino por una cuestión emocional. He viajado dos veces este año, una por una cuestión de trabajo a México y otra apenas murió mi hijo, para separarme y ver las cosas desde otra parte, me fui a Nueva York. Pero a mí me encanta salir de viaje porque veo paisajes, veo arquitectura que me interesa, otro tipo de historia. Me encanta el Perú también, he ido al Cusco no hace mucho, he ido a Arequipa muchas veces, pero hay también una atracción literaria de ciertos lugares y me gusta hacerlo. Por ejemplo, he estado viajando últimamente, una hermana mía vive en España y tengo cómo llegar y que no me cueste tanto. Hice un viaje por toda Andalucía y otro por todo Galicia. Es que me gusta el arte, la obra del hombre, lo que el hombre hace de bueno, de permanente o de duradero. Desgraciadamente no son claros los grandes pensamientos, los grandes ideales. Lo único que nos hace vivir de una manera, alejarnos de una posición infame es tener ideas. Luego me gusta ver las cosas que los hombres hacen anónimamente porque tú vas a ver una catedral y te das cuenta que eso lo hizo un pueblo, una multitud. Como también vas a las ruinas de Machu Picchu y allí no hay una persona que firme, eso lo hizo el hombre en general, eso me encanta. Las grandes manifestaciones del hombre te reconcilian con esta cosa mezquina de todos los días, rutinaria, en que te envuelves, en que envejeces, te llenas de resentimientos. Ojo que yo no soy una persona resentida, eso sí que no, pero sí a veces me desencanto. No soy permisiva, pero al mismo tiempo me doy cuenta que la gente tiene que actuar a veces de cierta manera porque de otra forma no podría estar viva. La vida en este momento no es hermosa, seguramente es hermosa hasta cierta edad; para la gente joven. Algunos sufren mucho y desaparecen en esta especie de máquina moledora de carne que es el mundo actual. Creo que hasta cierta edad estás llena de ilusiones y esperanzas. A mí me gusta la soledad, un hermoso jardín, una puesta de sol, el mar, la luna bonita que está casi plena, eso me encanta. La aprecio cuando estoy acompañada, pero sola creo que la aprecio más.
COMPAÑERAS DE RUTA
Veo que hay muchas escritoras, algunas me han precedido, otras un poco -decir mis hijas sería ridículo, porque yo no puedo tener hijas hoy día- pero sí tengo la edad y las estimo y aprecio muchísimo. Creo que hay mujeres que están haciendo cosas estupendas, en todos los planos, no solamente la poesía sino en todo: social, laboral, intelectualmente. Creo que el feminismo ha sido una corriente muy importante porque ha incorporado al mundo, a la sociedad, a la historia a un grupo completamente de guetos, las mujeres éramos un gueto. ¿Por qué no salir?, ¿por qué no sacar la cara?
No soy una persona a la cual le importa el éxito, definitivamente, no me importa y no creo en él. Reo que inclusive es hasta nocivo, a la gente joven le hace mucho daño. Esa cosa de estar fichada en la primera página cuando has escrito un par de cositas y no has vivido es malo, te pesa, te lastra. Es mejor que puedas volar, a lo mejor hasta que te pierdes, que nadie se acuerde de ti. Hay personas como Kafka, que se dio cuenta de lo maravilloso que era, apenas unos cuántos amigos; sin embargo, hoy qué escritores son los que nos importan. Si te fijas bien, siempre estamos rodeados de agnósticos. Yo creo que hay una mirada muy especial en la mujer. Lo he dicho ya, la mujer se atreve a mirar los rincones, las manchas de las paredes, la suciedad, el dolor, pero de otra manera.
FRENTE AL ESPEJO DE LA CONCIENCIA
¿Qué cómo me autopercibo? Es una pregunta difícil. Creo que mi sensualidad y mi sexualidad controlan mi inteligencia de alguna manera, de veras creo eso. Te diré la verdad, el humor negro, todos esos elementos existen en mí, es parte de mi idiosincrasia, de mi forma de ser, pero creo que no soy en absoluto inteligente cuando escribo poesía, en absoluto. Es una cosa absolutamente de intuición y no sé cómo lo hago, indudablemente es un conocimiento que he adquirido de una manera inconsciente; es decir algo ha funcionado en mí que ha puesto de lado ciertos elementos, que ha escogido otros y que ha hecho como una especie de clave y ha aparecido la poesía. Funciona cuando trato los adjetivos, cuando repito cosas, cuando uso algunos silencios y ciertos elementos. Cuando me releo me doy cuenta de todo esto. Por eso es que quise editar El libro de barro, este poemario es distinto a todos los anteriores. Mi poesía estaba haciéndose de una retórica inconsciente. Ya pienso y concibo el poema como una forma, es decir ya escribo, ya siento como una forma.
Yo em pongo muchas dificultades para escribir poesía; muchos obstáculos, tremendas trampas. Primero me no siento al lado que me debo sentar para escribir poesía, no tengo un lápiz a la mano cuando quiero escribir; es decir, hago todo lo imposible para no escribir un poema. Suena ridículo, pero es verdad, ya cuando me encuentro con esta especie de batalla, entonces allí los obstáculos ya son de otra índole. Entonces hay cosas que yo no quiero, que son fáciles y que yo evito; la facilidad me molesta.
ESE SENTIMIENTO LLAMADO AMOR
Una se casa con un individuo, tienes hijos, piensas dedicar tu vida a pasarla con un hombre, porque sientes un gran amor. Pero en realidad, el amor es algo hecho de una serie de sucesiones de cosas. Cuando uno escribe un poema en el que hay un personaje que se supone que es pareja o al amante al que le hablas, le hablas en el fondo a todos los amantes del mundo, en nombre de todas las mujeres del mundo; es cierto, es muy pretencioso, pero es así un poco el juego. Ahora muy pocas veces escribes para una persona determinada. Cuando escribí “Casa de cuervos”, sí era absolutamente para Lorenzo, para mi hijo. Es decir, estaba movida por un sentimiento de madre que se imponía al verlo vivir. Era un niño de 13 o 14 años y yo veía que este ser se iba alejando de lo que yo era como persona, como individuo, como carne. Era un chico que estaba saliendo del cascarón totalmente y que se había echado a volar ya evidentemente como debe de ser.
Entiendo que lo maravilloso y lo mágico tiene que hacer un poco con la fe, con la fe que no es la fe religiosa, aunque a lo mejor lo es, porque siempre estás esperando a que suceda algo extraordinario, una sorpresa. Yo en un poema digo: “…mis ángeles, mis calles donde siempre hay una sorpresa”. Pero yo creo que tiene algo que ver con eso, porque siempre estás pensando que vas a encontrar algo. Creo que es una especie de no aceptación de la muerte, de la vejez, del decaimiento, la decadencia; un decaimiento es una decadencia. Por eso me gusta tanto mi mamá, porque mi mamá a pesar de tener 94 años siempre está esperando algo muy hermoso de la vida y eso es maravilloso.
AMISTADES
Te voy a decir una cosa que tal vez te llame la atención, mis mejores amigas son mujeres que no tienen que ver con la literatura. Hay pocas, pero viejas amigas, otras mucho más jóvenes que yo, me resultan más fácil. Creo que cuando las mujeres trabajamos de verdad lo hacemos muy seriamente, con honradez y con muy buena intención. Creo que puede haber mujeres pícaras, las hay, lo leemos en los periódicos. Pero por lo general a la mujer si se le da una responsabilidad la asume. No te olvides que la figura de Flora Tristán es un personaje que me atrae mucho.
ENTRE VERDURAS, LICORES Y TABACO
Yo fui una cocinera por necesidad. Cuando llegué a París no sabía cocinar y aprendí muy rápidamente. Mi escuela es francesa porque es donde aprendí a cocinar. Soy una persona que le encanta las ensaladas, las sopas. En un momento cocinaba bien. No soy una persona muy aficionada a la comida, no soy una gran comelona, pero sí me gusta mucho la comida fina, bien hecha, y al mismo tiempo me gusta la comida natural. En el sentido de no arruinar el sabor de las cosas, de las verduras, prefiero que no lleven demasiado condimento.
En cuanto a las bebidas prefiero el whisky. Soy una buena bebedora de scotch y ahora me gusta el vino. Ahora último estoy tomando más vino. En otro tiempo tomaba más, mínimo una copa al día, pero de un tiempo a esta parte menos.
He fumado muchísimo, hasta hace unos 20 años fumé de dos a tres cajetillas al día. Comencé a fumar desde muy chiquilla porque tenía unas amigas mayores que fumaban y me invitaban. Primero fumaba mentolados, atroces, unos que se llamaban Kool y luego Salem, y después fumé cigarrillos Chesterfield que eran sin filtro. Cuando fui a Paría tuve que aprender a fumar cigarrillos negros. Hubo una época en que fumaba cigarrillos Kent y allí dejé de fumar, pero he fumado muchos años, unos 30 años de mi vida.
FUTUROLOGÍA
Me hubiera gustado ser músico, me encanta la música. Y en cuanto al tiempo que hubiera preferido para vivir, te digo que acepto absolutamente mi época, mi destino, esto es lo que me ha tocado vivir y no pienso en otras cosas. Ni siquiera tengo añoranza de otras cosas.
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* La entrevista fue publicada en la revista La Casa de Cartón, edición primavera de 1996 – verano de 1997. II Época N°10.
** Blanca Leonor Varela Gonzales (Lima, 10 de agosto de 1926 – 12 de marzo de 2009) es considerada una de las mayores voces poéticas del Perú y Latinoamérica. Entre sus obras destacan Ese puerto existe, Canto villano, Concierto animal, Luz de día, entre otros.
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