César Vallejo, el más grande poeta peruano de todos los tiempos descansa en París desde 1938, tal como lo había deseado, según afirmó su esposa Georgette Philippart, la mujer que lo acompañó durante sus últimos once años. Los restos del poeta se encuentran en el cementerio de Montparnasse, lugar donde también descansan Charles Baudelaire, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Julio Cortázar y Carlos Fuentes.
Vallejo murió a los 46 años, el 15 de abril, un Viernes Santo (no un jueves, como había vaticinado en el poema “Piedra negra sobre piedra blanca”). Su vida no sólo estuvo marcada por la poesía, sino también de originalidad, compromiso político y, lamentablemente, también por el escaso reconocimiento y hasta la mezquindad.
Hasta antes de su muerte, Vallejo sólo había publicado una parte importante de sus obras. Las dos más representativas fueron Los heraldos negros y Trilce, poemarios reconocidos a nivel mundial pero que en su momento fueron rechazados por una parte importante de la crítica. El resto de sus escritos fueron publicados de manera póstuma, y es ahí donde entra en escena Georgette Philippart, la principal responsable de que muchos escritos del poeta peruano no queden en el olvido.
Luego de conocer a Georgette en 1927, Vallejo empezó a convivir con ella dos años después, y no se separaron hasta la partida del vate. Tras su muerte, la esposa del poeta de Santiago de Chuco movió cielo y tierra para que obras como Poemas humanos o España aparta de mí este caliz vieran la luz.
Según el docente e investigador, Miguel Pachas Almeyda, Georgette fue fundamental para que tanto los peruanos como el mundo puedan apreciar en toda su plenitud al también autor de El tungsteno o del famoso cuento “Paco Yunque”. Por ello, considera que es una mujer que merece reconocimiento y no se le debe dejar de lado cuando se habla o se desea recordar al poeta.
Hace poco, Pachas Almeyda –autor de Georgette Vallejo, al fin de la batalla, libro que busca acabar con la leyenda oscura que recaía sobre la francesa– emprendió nuevamente el sueño que inició hace algunos años y que incluso tuvo el apoyo de Fernando de Szyszlo: enviar los restos de Georgette a París, para que descanse en la eternidad al lado de su esposo.
Para conocer un poco más sobre la importancia de Georgette Philippart y sobre por qué las autoridades y comunidad literaria deberían apoyar su traslado al cementerio de Montparnasse en París, conversamos con Pachas Almeyda.
¿Por qué los peruanos debemos conocer y valorar a Georgette?
Porque además de ser la esposa de César Vallejo, fue fundamental en la propagación de su obra. Ella acompañó en los últimos años al poeta en París, porque estaba muy enamorada de él, así como él de ella. Creo que sin Georgette, Vallejo no habría tenido algunos momentos de tranquilidad en París. Sin Georgette tal vez no hubiésemos conocido la obra póstuma de Vallejo. Tras la muerte del poeta, y gracias al apoyo de Raúl Porras Barrenechea, se logró publicar Poemas humanos, y posteriormente el resto de obras. Pero no solo logró publicar la obra de Vallejo, sino también se encargó de difundir el pensamiento e ideales políticos del escritor, porque también fue una de sus biógrafas. Muchos trataron de soslayar el marxismo de Vallejo, pero ella no. Georgette fue una defensora a rajatabla de todo lo que Vallejo había publicado. La voz de Vallejo fue muy cuidada por ella.
¿Cuándo y por qué motivo Georgette vino a nuestro país?
Georgette vino al Perú en 1951. Llegó principalmente para publicar la obra de Vallejo en el Perú. Fue algo grandioso que alguien haya querido tanto a Vallejo incluso después de muerto. Para ella, el lugar más propicio para publicar la obra del poeta era su propia tierra. Georgette recibió apoyo de Porras Barrenechea, y a través de él recibió una pensión por parte del Congreso. Sin embargo, a cambio le pidieron los manuscritos que había dejado el poeta, pero ella no aceptó, así que le quitaron la pensión. Entonces, tuvo que vivir de la publicación de las obras del poeta.
Hay que tener en cuenta que Georgette vino a Perú y no regresó nunca más a Francia. En el año 1937, Vallejo visitó con ella el cementerio de Montparnasse y ahí le expresó su deseo de descansar ahí. Cuando Georgette se dedica a promocionar las obras de Vallejo, exige un 10% de las regalías, y uno de los fines era ahorrar para trasladar los restos de Vallejo a este cementerio. Ella no recibió ningún apoyo, ni de Perú o Francia, y eso es lo más loable.
¿Siente que Vallejo ya es reconocido como se debe en el Perú?
Yo pienso que aún hay mezquindad. Hay que recordar que hasta el año 1948, el único que reconocía la calidad de las obras de Vallejo fue un francés, André Coyné. En el Perú, a pesar de que se realizan congresos y todo lo demás, hay varios estudiosos que quieren ocultar o no quieren tratar el lado político de Vallejo. Si él aún no tiene un sitial importante en el país, es precisamente por sus inclinaciones políticas. El marxismo de Vallejo es ocultado sistemáticamente. Georgette misma hizo un llamado de atención en el país, donde ya se estudiaba a Vallejo, pero solo en el lado poético.
Por ejemplo, durante 8 años la universidad César Vallejo dictaba la Cátedra de Vallejo, pero cuando los profesores trataban el aspecto político, simplemente los despidieron, y pusieron a personas con una indicación exclusiva: solo poesía, nada de política. Eso hizo César Acuña. Posteriormente, cuando llegó la época de elecciones, para evitarse supuestos problemas, simplemente eliminó la cátedra.
Además de Georgette, ¿qué otro personaje fue importante en la obra de Vallejo?
Además André Coyné y Georgette, estaba el poeta español Juan Larrea, quien hizo varios congresos y conversatorios sobre el autor. En Europa también estaba Pablo Abril de Vivero, quien lo apoyó económicamente y le ayudó a conseguir una beca en España.
¿Desde cuándo usted se interesa por la obra de Vallejo?
Yo llegué a Vallejo por Georgette. En el año 2007 vi que había muy poco sobre ella, y lo que más había era una leyenda negra. Se hablaba sobre que era una mujer intratable, una mujer interesada que vivía de la obra de Vallejo, que se negaba que se traigan sus restos mortales. Entonces, ese mismo año pensé en la posibilidad de escribir un libro sobre ella y logré publicarlo en el 2008. En la investigación que realicé encontré que Georgette no era todo lo que se había dicho de ella. Simplemente, ocurría que muchos vallejólogos de la época no toleraban que alguien como Georgette exigiera no sólo que se replicara la verdadera voz de Vallejo, sino también el pago por derecho de autoría. Desde la publicación de Poemas humanos empezaron todas estas ojerizas porque que vieron en Georgette a una persona que no les iba a permitir que hagan lucro con el nombre de Vallejo. De ahí parte toda la imagen negativa de Georgette, lo cual plasmo en el libro. Prácticamente, se puede decir que sin Georgette no hay Vallejo.
¿Georgette fue a Santiago de Chuco?
Claro que sí. Viajó en el 52, luego de contactarse con uno de los familiares de su esposo. Cuando llegó allá, dijo algo muy importante: “Llego a la casa de Vallejo pero sin Vallejo”. Cuando ella mencionó estas palabras, la gente que la acompañaba se quedó en un silencio total, reflexivo.
¿Desde cuándo emprendió la idea de que Georgette debe descansar al lado de Vallejo?
Esta idea la tengo desde el 2008. En esa época tuve incluso el apoyo de Fernando de Szyszlo, quien me contactó con el embajador peruano en París, Harry Belevan. También me contacté con la familia de Vallejo, donde conocí a César Vallejo Ynfantes, sobrino del poeta, y a otros sobrinos directos.
¿Por qué usted asumió esa tarea de llevar a Georgette? ¿Qué lo motivó?
Creo que todo es por el amor que siento por la poesía, a la identificación con el propio Vallejo y Georgette. Mucha gente me ha preguntado si he conocido a Georgette, porque en el libro parece que sí, pero no la conocí. Me inspira la emoción de haber conocido a esta mujer a través de su legado.
¿Cómo lo apoyó Fernando de Szyszlo y qué otro tipo de apoyo recibió?
Él me dijo para hablar con el embajador francés, quien era su amigo, pero por asuntos personales no pude acompañarlo, y lamentablemente el pintor también ya se fue. Hasta el momento, se dice –aunque no he podido comprobarlo– que en la tumba de Vallejo hay un espacio para Georgette, pero sería cuestión de hacer las averiguaciones. Llevar a Georgette al lado de Vallejo está en manos de la familia de ambos, de las embajadas de Perú y Francia, y también de la comunidad literaria, que apoyaría bastante.
En el primer intento, ya he tenido un contacto con la embajada de Perú en Francia, ahora sería cuestión de retomar esa conversación. Por supuesto, también debo acercarme a la embajada de Francia en Perú, retomar las conversaciones con la familia de Georgette en París y la familia de Vallejo en el Perú. En fin, iniciar nuevamente todo el trámite.
¿Cómo fueron los últimos días de Georgette en Perú?
Georgette nunca regresó a Francia. Cuando enfermó, fue hospitalizada en la Maison de Santé en el Centro de Lima. Antes de morir, entregó parte de los manuscritos de Vallejo a la clínica San Juan de Dios, y cuando murió fueron los de la clínica quienes le brindaron una tumba en el cementerio La Planicie, en La Molina. Su entierro fue prácticamente solitario. Según la prensa de la época, apenas fueron los niños tullidos de la clínica, así como sus representantes, el sacerdote y la actriz Delfina Paredes. Pero nadie de parte del Gobierno o del Congreso, eso sucedió porque consideraban a ella una mujer no grata.
¿Qué invocación haría a los que pueden apoyarlo en este deseo de llevar a Georgette al lado de su esposo?
Para que Georgette vaya al lado de su esposo yo pediría apoyo a toda la comunidad literaria, a las embajadas de Perú y Francia, a los lectores que aman la poesía, a todos aquellos que deseamos que se haga justicia con una pareja que se amó en vida e incluso después de la muerte, para que estén juntos como Vallejo lo dijo alguna vez en un poema: “Y ya no habrán reproches en tus ojos benditos; / ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura / los dos nos dormiremos, como dos hermanitos”.
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