El pasado 28 de julio, diferentes medios internacionales publicaron la historia de un joven ladrón que era el terror de las bibliotecas públicas. Se trata de Flavio Fernando de Oliveira, un devorador de libros que fue arrestado por sustraer 384 libros con el único fin de leerlos. Sucedió en Itápolis, un distrito de Sao Paulo (Brasil), que era más conocido por ser el mayor productor de naranja a nivel mundial.
El suceso se inició cuando la biblioteca de Itápolis reportó el robo sistemático de varios libros. Por las autoridades del recinto pusieron cámaras para detectar y denunciar a los delincuentes, pero para su sorpresa solo se trataba de un joven de 18 años, quien hacía lo mismo en otras bibliotecas. Flavio pedía prestado un par de libros, pero escondía otros más en su mochila y repitió la escena en varias ocasiones.
Cuando lo detuvieron y lo llevaron a la comisaría local, el joven confesó su delito y que los libros sustraídos estaban en su casa, un predio ubicado en la periferia de Itápolis. Cuando ingresaron a su habitación, hallaron varios libros apilados, de distintos géneros. Todos ellos provenían de las cinco bibliotecas de la ciudad. Cuando le preguntaron a Favio por qué robó los ejemplares, respondió: “Sobre todo, los leía”.
Los ejemplares, según las autoridades, estaban en buen estado. Algunos de seguro ya habían sido leídos y otros esperaban con ansias ser devorados por el joven brasileño. Los familiares de Favio estaban sorprendidos porque él les dijo que los libros eran prestados o regalados. Además, comentaron que el joven “desde pequeño, pasaba horas encerrado en su cuarto pasando páginas”. “Yo siempre le veo leyendo. Es mejor que estar todo el día en la calle, haciendo Dios sabe qué”, dijo su hermana.
La pasión por la lectura, había crecido desde que Favio había terminado el instituto y esperaba estudiar Psicología, pero como no tenía esa oportunidad, tampoco un trabajo. Por ello, con el tiempo de sobra empezó a frecuentar las bibliotecas.
“Me los llevaba para leerlos y pensaba devolverlos luego, pero acabé dejándolos en casa”, dijo Favio, según informó El País. Cuando le preguntaron por qué no los devolvió, respondió: “Lo siento, no me encuentro muy bien. Hay mucha gente llamando, haciendo bromas, diciendo cosas. La situación se ha vuelto desagradable”.
La Policía de Itápolis aseguró que realizarán una investigación y delegarán a las autoridades de justicia el caso de Favio. Mientras tanto, los libros ya fueron devueltos a las bibliotecas. Sin embargo, no todo acabó mal.
A los pocos días de conocerse el caso, la hermana de Favio llamó a una radio local para expresar una nueva preocupación ligada al caso. Resulta que a la casa del joven están llegando personas para regalarle libros y, al parecer, les faltará espacio para acomodar todos los ejemplares en su humilde hogar ubicado en el barrio Jardín 2000 de Itápolis.
La familia también ha recibido apoyo para enfrentar los problemas legales. Cientos de personas han recaudado fondos para pagar un buen abogado que ayude a que Favio no termine en prisión. Ahora Itápolis, tal vez ya no sea conocida como el lugar que produce más naranja, sino también como un distrito solidario que guarda entre sus entrañas a un voraz lector.
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